Ganar o perder el poder

Cuando se gobierna una institución es más fácil generar simpatizantes y adormecer conciencias

De nada se puede estar totalmente seguro. En cualquier momento o a última hora puede surgir algo que tuerza lo que se esperaba iba a suceder. Por tanto, hasta que no se produzca definitivamente la investidura de quien vaya a ocupar la Presidencia de la Junta de Andalucía, todo son suposiciones. Ahora bien, nadie negará que lo más previsible es que los socialistas se vean en la oposición, un regalito de Pedro Sánchez. Se cumpla o no este vaticinio, lo que sí puede afirmarse sin duda es que el PSOE está pasando -y quizás se le agudice más- por un mal momento, tal vez como nunca lo había padecido en su reciente historia. Si permaneciera en la Junta -cosa muy improbable-, tendría más recursos para afrontar sus problemas, pero su debilidad lo limitaría en sus posibilidades de salir airoso en muchas ocasiones. No obstante, mucho peor lo va a tener si no ejerce el poder; sencillamente porque, aparte de no ser capaz de llevar hacia delante muchas de sus iniciativas, a sus dirigentes les será difícil evitar conflictos internos. Es indudable que aumentarán sus crisis, aunque no todas salgan a la luz pública. Mientras un partido va creciendo y no digamos cuando accede a gobernar en una institución es más fácil generar simpatizantes, lograr apoyos, callar bocas, suavizar diferencias, reducir o eliminar críticas y adormecer conciencias. La capacidad de hacer nombramientos de cargos -en general, remunerados- es una fuente inestimable de lealtades y de garantizarlas para un futuro; eso sí, cercano, pues en política los futuros tienen un corto recorrido y se reinventan sin pudor en función de intereses y conveniencias no siempre transparentes o dignos. Sin embargo, cuando un partido pierde el poder, sobre todo a nivel autonómico o estatal, comienza una realidad amarga: se produce la desaparición de asesorías, gabinetes, gerencias, direcciones, cargos de confianza, etc. ocupados por sus militantes o fieles. ¿Y qué ocurre? Pues que se tienen que reajustar los puestos de trabajo sin que haya para todos los que hasta entonces los disfrutaban y entonces surgen, inevitablemente, guerras internas por quienes no se conforman, y se buscan chivos expiatorios sobre los que descargar la ira por la mala situación. Todo esto puede parecer muy prosaico o cargado de crudeza, pero eso no le resta realidad. No olvidemos, además, que en los grandes partidos hay una buena camarilla que nunca ha trabajado fuera de él, sin que tenga ningún oficio ni capacitación reconocida y se ve en aire.

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