Gana diez millones

Los trabajadores 'esenciales' deberían haber visto compensada esa condición con una mejora salarial

Los escándalos relacionados con el mundo del fútbol siempre tienen muchos millones por medio. En este caso ha sido Luis Suárez, y su traspaso a un equipo italiano. Para que dicho traspaso se efectuara el jugador tenía que aprobar un examen de italiano. Y lo aprobó, claro. Luego se ha sabido que hicieron un par de trampas para asegurarse de que aprobaba. "Gana diez millones: tiene que aprobar" dijo, al parecer, unos de los examinadores. Y ya tenemos titulares y tertulias para ir tirando unos días. Pero el escándalo es que lo aprobaran, no que gane diez millones de euros por jugar al fútbol.

Ya sabemos que el fútbol es pan y circo. Y que hace tiempo sobrepasó todos los límites de lo deportivo para convertirse en un enorme negocio que mueve al año cifras astronómicas. Pero quizás ahora, metidos de lleno en una crisis dentro de otra crisis, la económica dentro de la sanitaria, esas cifras astronómicas escuecen más. Es una enorme paradoja, pero en un campo de fútbol los 22 jugadores que se riñen el balón sobre el césped pueden estar ganando más dinero que los miles de espectadores que llenan (llenaban) las gradas. Es indecente, pero aún así el espectador paga gustoso una entrada que no se puede permitir, y aplaude un juego que ya no es tal juego.

No pasa sólo en el fútbol, claro. Pero tal vez ahí es donde la paradoja se hace más surrealista. El abismo entre unos ciudadanos y otros, entre unas personas trabajadoras y otras, entre unos salarios y otros, es vergonzoso. Y aumenta cada año. Ya lo dijimos cuando salimos de la primera oleada de esta pandemia: los trabajadores y trabajadoras que por entonces se consideraron 'esenciales' deberían haber visto compensada esa condición con una mejora salarial. Reponedoras, transportistas, cajeros, conductores, peones agrícolas… Una sociedad coherente debería haber reforzado los míseros salarios que se manejan en esos sectores. ¿Hemos sido coherentes?

No. Porque la lógica del sistema es "gana diez millones: tiene que aprobar". Y es posible que nos parezca mal que aprueben a este chico por el simple hecho de ganar esas pasta. Pero nuestra ética social no llega más allá: es incapaz de emitir un juicio sobre el hecho de que un jugador de fútbol gane ese dinero. El mismo dinero que, con suerte, ganan mil trabajadores esenciales, de esos que nos reponen la comida en la tienda o nos recogen la fruta del campo o recogen la basura de nuestras calles.

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