Hoy mis palabras tienen un eco de tristeza en la marcha de un amigo entrañable. Luis ha cumplido su etapa de vida y goza de esa eternidad que para él es gloria en su fe y en el amor de la orden a la que pertenecía. Después de una larga enfermedad que le hizo sufrir, entregó su alma a Dios el padre fray Luis Blanco Arias, que durante doce años fue superior de la comunidad franciscana de La Rábida.

Muchos onubenses y palermos hemos vivido intensamente la estancia de Luis en nuestra tierra. Hemos sentido el ejemplo de su humildad, entrega y amistad que tanto nos confortó en tantos momentos de la vida.

Pero Luis Blanco en esta etapa en la provincia de Huelva, en Palos de la Frontera, nos enseñó a querer más a esa Virgen marinera y Descubridora que un día alumbró la Evangelización de un continente: la Virgen de los Milagros, Santa María de la Rábida.

Luis Blanco, calladamente en su trabajo, en su amor a las tierras de Huelva, fue un fiel cumplidor de cuanto San Francisco de Asís puso en su corazón. La Rábida y Tierra Santa fueron dos ejes paralelos en su existencia. Con él, nuestro Monasterio rabideño vivió las celebraciones más importantes de los últimos tiempos como fueron la visita de los Reyes, la celebración del V Centenario, la magna exposición franciscana del 92, la visita del papa Juan Pablo II, ya santo, los viajes a Tierra Santa con la Real Sociedad Colombina, las transformación del Monasterio en las últimas reformas que se le hicieron y sobre todo, nunca podremos olvidar su incardinación con la Colombina, a la que prestó todo su apoyo, a la que ayudó en multitud de detalles y ocasiones y sobre todo a ese espíritu franciscano que nos inculcó y particularmente a mí que me hizo poseer la carta de Hermandad franciscana, orgullo de mi vida.

Luis Blanco pasó haciendo el bien y dando paz a cuantos lo sentimos de cerca.

Hoy su alma permanece para siempre al lado de su padre en el amor franciscano, San Francisco, que le habrá acogido con esa alegría que caracteriza a todos cuanto se entregaron a la obediencia de sus reglas.

Luis Blanco Arias ha dejado en Huelva, a la que tanto defendió, su impronta religiosa, intelectual y de sencillez. Luis seguirá para siempre viviendo en esos claustros rabideños que tantas horas acogieron nuestros empeños colombinos.

Hoy nuestro corazón está triste, pero nuestra alma se alegra de saber que el querido guardián de La Rábida se ha ganado un premio que solo Dios concede a los que como él se entregaron en fe, trabajo y humildad a los demás. Estamos contigo para siempre, Luis.

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