Frágiles, y vulnerables

Es bueno que esa fragilidad se muestre, porque reconocerla será la mejor manera de cambiarla

Un amigo, ante la noticia de la presencia del coronavirus en Huelva, dijo: "¿a que asusta?". Y la verdad es que sí, asusta. La amplísima información y la gestión televisada de este desastre han inoculado una enorme angustia social, y en sólo tres meses un virus ha hecho saltar por los aires todos los resortes de nuestra sociedad y ya nada que no sea la dichosa pandemia ha dejado de existir: ni crisis de refugiados en Lesbos, ni cambio climático, ni nada. Al final hay una verdad enorme que estaba oculta y que el Covid-19 ha sacado a la luz, somos vulnerables, y frágiles.

Somos frágiles, estábamos a tan sólo una epidemia de tener que reinventarnos, como tuvieron que hacer nuestros antepasados ante la Gripe o la Peste; ¡ahora que nos veíamos al borde de la eternidad! Llega un contagio asiático con poco más de un 1% de mortalidad y nos despierta del sueño. Pero como todo desastre, también nos ofrece una gran oportunidad, la de volver a mirarnos como herederos de una humanidad muy antigua, estrechamente vinculada a la misma tierra que el animal desde el que mutó el dichoso virus.

Nuestra economía también es muy vulnerable y edificada sobre premisas erróneas. Por ejemplo, la inmoral concentración de la producción de piezas de aparatos electrónicos en países sin derechos sociales, ni ecológicos, era absurda; China se ha parado y en occidente se frenaron los ensamblajes. Pero sobre todo esta crisis está denunciando lo inadmisible de la economía especulativa, de mover y concentrar dinero para ganar más dinero, porque realmente lo esencial, el trabajo, sigue estando en el músculo de la ciudadanía obrera, casi siempre maltratada. Pero reitero, es bueno que esa fragilidad se muestre, porque reconocerla será la mejor manera de cambiarla.

Y nuestra organización social también era vulnerable. Nuestro sistema sanitario adelgazado intencionadamente, o nuestra nada madura relación con el trabajo digital, son, junto con muchos otros asuntos, claros ejemplos de cuestiones a las que también se les están viendo las costuras, debates aplazados que ahora parecían imprescindibles. Esta pandemia quizás nos zarandee para debatir sobre realidades y huir de una vez por todas de las cortinas de humo identitarias.

Y por último, el virus de Wuhan nos pregunta desafiante: ¿para qué queríais edificar una sociedad de fronteras? Si la vida, y la muerte, siempre se filtran.

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