Formatos paralelos

Se busca obsesivamente descubrir todo aquello que quebrante el credo de lo políticamente correcto

Es algo totalmente obvio que los programas basura televisivos tienen muchos seguidores. Si no fuera así no se entendería el que los haya siempre en las parrillas de las cadenas o que algunos de ellos continúen en antena años y años. Son productos audiovisuales que no son indiferentes a mucha gente; a muchos les encanta y, a otros, les genera rechazo, calificándolos de soeces o, incluso, de bajo valor moral. Asimismo, dentro de estos últimos están los que se sorprenden por esa permanencia citada. Sin embargo, eso no es ningún misterio. En ese mundo, lo que se conoce como cuota de pantalla manda mucho y si esta es elevada lo normal es que la emisión siga y si eso es así es porque hay muchos telespectadores a los que le va esa marcha. ¿Y qué es lo que se ofrece en ellos? Muy mayoritariamente, temas relacionados con el sexo o con intimidad de las personas pero recurriendo al cotilleo y al morbo; por eso las productoras se frotan las manos cuando se descubren, entre otras cosas, secretos de alcoba o cuando se inventan historias que abren un filón para una audiencia poco crítica o deseosa de chismorreo acerca de cómo unos y unas satisfacen sus impulsos carnales. El formato es ya un clásico, no teniendo en él cabida análisis serios, ni el cuestionamiento de los modelos morales que subyacen a las opiniones que se vierten, que pueden oscilar entre un rabioso conservadurismo a lo contrario. La cuestión es que pueda elegir sin dificultad buenos y malos, decentes e indecentes, o mentirosos y sinceros. De esta forma, es fácil servir, con profesionales ad hoc, la bronca, el desplante, las chulerías y acusaciones que tanto gusta a un determinado público. Pues bien, el citado formato no es exclusivo del contexto mencionado, tiene sus paralelismos en otros que deberían situarse en el extremo opuesto, como es el de la política. No es nada infrecuente que de lo que se inunden las redes sociales o los medios de comunicación relativos a ese ámbito sean cotilleos, errores sin verdadera transcendencia, o todo aquello que quebrante el cada día más dictatorial credo de lo políticamente correcto originados o promocionados básicamente desde los partidos o sus integrantes contra sus adversarios. Hay que pillarlos para captar atención, destruirlos y conseguir buenas cuotas de pantalla. Algunos líderes, por cierto, son especialistas en estas prácticas. El problema de esta deriva es que los problemas reales se desatienden, no se solucionan o sólo se resuelven parcialmente.

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