Fiel infantería

Mucho más difícil que recuperar la mili será crear las condiciones para que esa recuperación sea útil

Un desfile recorre Europa. Suecia va a recuperar el servicio militar obligatorio y Francia y Alemania se lo están plantando seriamente. Dinamarca quiere incorporar a las mujeres. Ni Grecia ni Austria lo suprimieron nunca. España, por ahora, sólo debate el sólo sí es sí, pero no le quedará más remedio que encarar esa cuestión. En parte, por el efecto contagio y, en parte, porque es una respuesta posible a varios problemas de casi imposible resolución que tienen planteados los países europeos.

Los problemas que se quieren que encare este nuevo servicio militar son tres: la desafección patriótica de la juventud, una instrucción en valores cívicos más generales y, por último, la complicada situación geopolítica con múltiples riesgos a la soberanía y la seguridad.

Nuestros países vecinos han considerado que el servicio militar les podría servir. Yo también, pero solamente si se integrase en un plan global mucho más ambicioso. En caso contrario, sería un gasto inútil, una complicación para nuestras Fuerzas Armadas y una fuente de micro conflictos sociales. Aquella discriminación sexual que implicaba que en un mundo de absoluta igualdad jurídica sólo los hombres cumpliésemos con la patria sería impensable ahora, para empezar.

Lo peor es que el plan integral es todavía más difícil que recuperar la mili. Para solucionar la desafección patriótica tendrían que dar ejemplo nuestros gobernantes y anteponer el interés nacional a sus conveniencias partidistas y a las consignas internacionalistas. El sentido de sacrificio se insufla de arriba abajo. La contribución del servicio militar a la formación integral de nuestros jóvenes sería valiosísima si fuese una pequeña pieza más de un sistema educativo que fomentase la exigencia ética y el nivel académico. Si no, los pocos meses posibles de mili serán tiempo miserablemente perdido.

La contribución técnica de los soldados de reemplazo a la defensa nacional es mínima, y requieren de un Ejército profesional entrenado y equipado para hacer su trabajo y, además, con medios y formación para adiestrar en tareas auxiliares a los jóvenes que vienen y van. No se puede forzar al Ejército actual a acoger a los jóvenes con más o menos los mismos medios, ya escasos y anticuados.

La mili o el servicio civil obligatorio, cumpliendo estos requisitos casi utópicos, sería una gran contribución a los jóvenes, a su futuro y al de la nación. Si no, nada.

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