La llamada anual que Huelva hace en favor de cine tiene en nuestra ciudad un eco especial por su carácter iberoamericano. No podía ser de otro modo dado el sentir americanista de Huelva. Es asombrosa la duración en años de nuestro Festival, que lo hace unos de los más antiguos de España. Cada noviembre -siempre he pensado si es la fecha oportuna o no- el Festival nos llega con esa ilusión de conocer cómo se van desarrollando las cinematografías de allende los mares.

Cuando hace ya varias décadas nacía esta muestra del corazón, el entusiasmo y el trabajo de José Luis Ruiz, junto con otros aficionados surgidos todo ellos de aquel Cine Club que fue nuestra gran ilusión en años de esperanzas artísticas, nadie podía figurarse el alcance que este iba a tener.

No puedo negar que ante la ausencia de su mentor y creador, bajó algo el nivel del certamen e incluso en ocasiones la valía de los títulos que se proyectaban, pero el milagro se hizo realidad en una ciudad donde la apatía es bandera en muchos aspectos. Y digo el milagro porque el Festival, con nuevos rectores y patrocinadores, continuó cada año haciendo frente a otros festivales cinematográficos cercanos que, a mi parecer, no encontraron el rumbo claro y definido que el nuestro.

Particularmente he defendido siempre a esta muestra artística, falta de gran publicidad externa, de glamour y de actos sociales que rodearan la vida de esa semana de cine que Huelva vive.

Hoy, tal como están las cosas, es difícil sacar adelante un proyecto como este. Pero al menos el mismo está hecho a su medida para nuestra ciudad. Y eso hay que saber aprovecharlo y administrarlo.

Los reconocimientos a la vida del Festival Iberoamericano de Huelva deben siempre estar latentes. Por mi parte calificaré siempre de excepcional la labor de José Luis Ruiz, quien trajo a Huelva a las más destacadas figuras del cine, en lo nacional y mundial. Como admiraré la entrega profesional de dos queridos compañeros que con su labor como crítico de cine y empresario y aficionado de auténtica vocación, siempre estuvieron al lado de todo cuanto era colaboración entregada. Me refiero a Vicente Quiroga, un gran puntal y estudioso del cine desde los comienzos y a Santiago Cotán, compañero de colegio y radio que desde la infancia demostró su afición al Séptimo Arte. Nombres de amigos para nunca olvidar.

Hoy son muchos los jóvenes que mantienen la organización y nuevos directores que ponen todo su empeño en lograr el éxito de Festival. Hay que ser honesto y agradecer su trabajo. Como a los patrones económicos de la Muestra, sin la que esta no podría vivir.

El Festival es algo real y defenderlo y potenciarlo debe ser todo nuestro empeño. Nuestro Festival tiene su estilo propio, su línea de trabajo, aunque la carencia de medios y la idiosincrasia cinematográfica de algunos de los países en que se mueve, le impidan volar más alto. Es nuestro y lo apoyamos hasta el final.

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