La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

¡Fascistas!: resurrección de viejas tácticas

Los soviéticos, a cualquier opositor, en especial a los socialdemócratas y socialistas los llamaban 'fascistas'

Hugh Lunghi fue un militar británico, hijo de padre inglés y madre anglo-rusa, de vida novelesca a lo John Le Carré: cuando en 1949, tras trabajar como segundo secretario en la embajada británica en Moscú, regresó a Londres en compañía de su novia, una cantante de ópera rusa a la que Stalin había dado permiso para abandonar la Unión Soviética, esta enfermó estando ya en el tren y tuvo que quedarse en Moscú. No volvió a verla. Años después supo que la enfermedad había sido una operación de la KGB que primero la envenenó y después la deportó a Siberia: La casa Rusia sin final feliz que reúna a Pfeiffer y a Connery.

Antes de este episodio Lunghi sirvió de intérprete a Churchill en las conferencias de Teherán, Yalta y Postdam, asistiendo a todas las reuniones oficiales y privadas que el primer ministro inglés mantuvo con Stalin. Como no pocos asistentes, menos, por desgracia, Roosevelt y Churchill, se dio cuenta de la brillante estrategia de Stalin para obtener de ambos cuanto deseaba, sobre todo, y para empezar, Polonia. Laurence Rees entrevistó a Lunghi en varias ocasiones y en su Hitler y Stalin. Dos dictadores y la segunda guerra mundial (Crítica) recogió un testimonio inédito.

En la conferencia de Yalta -cuenta Lunghi- los soviéticos defendían que "elecciones libres significan una cosa en algunos países y otra distinta en otros países. Siempre tienen a mano el eslogan de "¡Eso son libertades burguesas! No son las mismas que nuestras libertades. Las verdaderas libertades son las libertades socialistas soviéticas". En ese momento ya sabíamos que los soviéticos, a cualquier opositor, en especial a los socialistas y socialdemócratas, los llamaban "fascistas", y de esa forma podían cortarles la cabeza (metafóricamente hablando)". Por desgracia, como los hechos demostraron posteriormente, sí cortaron cabezas sin sentido metafórico alguno cuando, utilizando a los títeres de los diferentes partidos comunistas, Stalin se zampó no solo Polonia, también Hungría, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Bulgaria y Rumanía tras convocar esas "elecciones libres socialistas". Y todo esto, por muy interesante y novelesco que sea, ¿a qué viene? Les respondo con otra pregunta: ¿les suena lo de descalificar toda oposición y deslegitimar toda crítica como fascistas? ¿Les suena lo de las libertades burguesas? Pues eso. Viejas tácticas resucitadas en nuestra política.

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