Falsear la historia

No es extraño que las víctimas de ETA vivencien los comunicados como una provocación

Alas víctimas del terrorismo no les han gustado los comunicados de ETA y es normal. La solicitud de perdón de manera selectiva y la justificación de sus acciones no les permiten cerrar página. La muerte de un ser querido, las mutilaciones, los sufrimientos, el acoso y todo tipo de dolor no son acontecimientos fáciles de superar y hay quienes permanecen con su pena de por vida, unas veces, de manera manifiesta y, otras, como si fueran veladuras anímicas tiñendo la cotidianidad. Otras rehacen sus vidas e, incluso, se embarcan en nuevas ilusiones, pero no gratuitamente sino pagando un peaje que tiene su elevado coste. El contenido difundido era lo esperable, coherente con la lógica de organizaciones como la citada, en los que se asumen unos presupuestos que se constituyen como dogmas, a partir de los cuales se programan las acciones para que se hagan realidad, sin el menor pudor a conseguirlo, si es preciso, por la vía de la imposición, ya sea con la extorsión, el secuestro o la muerte de quien no claudique o sea un supuesto miembro o representante de los que no comulgan con su ideario. Admitir esto, aceptar la tremenda equivocación mantenida y asumir los daños causados requiere de un esfuerzo cognitivo y moral tan grande que pocos de sus miembros están dispuestos a someterse a ese reto. ETA, mientras estuvo activa, rechazó todo aquello que era contrario a sus planteamientos y actuaciones y, ahora, tras haberse dejado sin operatividad, gracias a la Policía, la Guardia Civil y la Justicia, y sintiéndose vencida ha recurrido en su argumentario a un mecanismo habitual en los seres humanos: apoyarse en la parcialidad, enmarcando su decisión en la finalización de un ciclo histórico y, como mucho, reconociendo algunos efectos colaterales como inevitables, algo similar a cuando se amputa una pierna para salvar la vida de una persona. Por todo ello, es comprensible la respuesta de las víctimas denunciando la maniobra de poner el contador a cero, como que todo está resuelto. No es extraño que la vivencien como una provocación que hurga en las heridas no cerradas. Lo malo es que estarán los que se jaleen y defiendan los textos de los etarras, en un intento de poner bonito un pasado vergonzoso, que trajo consigo muchas desgracias. Lo harán también por sí mismos, porque aunque no fueran autores materiales de los delitos sí los apoyaron o los vieron con buenos ojos. Falsear la historia siempre ha sido una tentación de muchos, esperemos que en esta ocasión no se produzca.

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