Visiones desde el Sur

'Escarabajo pelotero'

Ajustarles las cuentas a los empoltronados gerifaltes que hacen el agosto con las miserias ajenas

No hay forma de encasillar a Eladio Orta. El caudal narrativo y poético que sale de sus entendederas es tan sencillo, tan telúrico, tan pegado a la tierra… que, por esa (tan desusada) mismidad, no hay erudito que acierte a estructurar esa corriente natural situada en las lindes, en los solapados confines de la vida y la muerte: que no son cosas diferentes, no, son elementos que se retroalimentan y que, sin el uno, el otro no tendría existencia.

Orta siempre reside, cuando vive y cuando escribe, en la frontera. Conozco pocos ejemplos en los que narrador (o poeta) y escritor estén más cerca de ser una misma cosa: tierra, magma, agua, aire, viento, salitre, en definitiva, muerte y vida, esencia: "Veo estrellas bailando en las cenizas descompuestas de las charcos/ veo escarabajas peloteras dormitando en subterráneos metamórficos/ veo cosquilleos de lenguas atravesadas por el látigo del deseo/ veo la teñidura de la tábiga hirviendo en recipientes sanadores/ veo espíritus corruptos sentados en las poltronas de la mediocridad/ veo hileras de preguntas escalonadas llamándome después de la muerte/ veo la podredumbre de los don mucho anunciándose en los escaparates virtuales/ veo fósiles alumbrando la desidia impune de los desalmados/ veo la tristeza de los cangrejos violinistas arrastrados por las rachas de cemento/ veo huevos de sapos en las gangarillas del tiempo/ veo lo que no veo".

Me drogué con la literatura de Orta hace tres décadas, cuando vine a leer por azar Los cuadernos del tío Prudencio. Después, casi con una regularidad cósmica, me he ido introduciendo dosis de mantenimiento con cada una de sus entregas. Y le he visto declamar como un náufrago que pide una isla donde varar, enfrentado al mar azaroso que todo lo engulle esgrimido desde siempre por quienes se sientan en los tronos del poder u ostentan báculos de mando; alzar la voz contra las torres de cemento en las que se esconde el omnímodo poder de los desalmados que rompen hábitats únicos con tal de engordar sus carteras; gritar si se tercia contra la osadía de los que manejan la pasta ajena, la de todos; vilipendiar sin azorarse a los que destruyen los ecosistemas; ajustarles las cuentas a los empoltronados gerifaltes que hacen el agosto con las miserias ajenas.

Escarabajo pelotero no es un poemario al uso. Absténganse de su lectura academicistas letraheridos y curiosos buscarrimas. No hay lugar para ellos en la literatura de Orta.

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