Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

'Eppur si muove'

Los cambios me asustan poco antes de ocurrir, aunque suelen llegar por más que uno se resista

Me encantan y me aterran a la vez los cambios. La tontá esa que me parecía de la zona de confort, empiezo a creérmela a pies juntillas. Pese a que, desde crío, adoro la sensación de estrenar un cuaderno o coger por primera vez un lápiz -junto con mi compañero Alberto de Europa Sur creo que somos los últimos de esa estirpe que reconocemos usarlos-, aunque las cosas nuevas siempre me provocan una incertidumbre que tarda en disiparse.

Siempre parece buen momento para dar una vuelta a las cosas que hasta ahora hacías de una determinada manera, y ahora son de otra. Sientes que te va a faltar algo, que algo dejas atrás y que nada será como lo recuerdas. Todavía resuenan los ecos de bromas que nadie te hará de la misma manera, que no suenan igual; de las que estaban en primer lugar en la particular clasificación de tocadas de eso que se están imaginando de Rocco Schiavone de Manzini, que las agrupaba tan pronto como alguien se dirige a él.

Es el momento de destapar incómodos descubrimientos, como cuando te encuentras con esa camiseta que has llevado durante años a San Mamés -y que algún apóstol de la estupidez más cateta se ha pasado la semana descubriéndote que son los colores de los socialistas y de Sevilla- y todavía te entra sin que tengas que aguantar la respiración, o la sorpresa cuando ese jersey que estabas buscando hace dos inviernos asoma entre la pila que tenías guardada y que no encontraste cuando llegó noviembre.

Son los libros que has comprado y leído, las páginas que has visitado, las horas que has echado delante de una pantalla, las risas y los cabreos que -aunque te empeñes en olvidarlos- deben tener también su lugar, las fotos que has mirado y aquella parte de tu vida que has compartido y que ahora se marcha de manera inevitable.

No es que tengas la sensación de que las cosas irán a peor, porque puede que contra todo pronóstico incluso mejoren, pero estás convencido de que serán diferentes. Ese salto al vacío, ese no saber lo que te espera al día siguiente, te hace que te descontroles a unos niveles a los que, ni estabas acostumbrado, ni maldita la falta que hace que te acostumbres. Hasta que un día te despiertas y ves que eso que temías está aquí y forma parte de tu vida y, hijo, o tiras para adelante, o esta no va a hacer absolutamente nada por esperarte.

Por cierto, esta ida de olla se refiere a que próximamente voy a hacer una mudanza. ¿Qué se creían?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios