Francisco revuelta

Entelequias absurdas

Con frecuencia, lo que se percibe del Consejo de ministros es improvisación y desacierto

En un libro que fue superventas, Bueno para comer, su autor, el antropólogo Marvin Harris, tituló su segundo capítulo como Ansia de carne. Ya son casi cuatro décadas las que han pasado desde su edición. Dada la época, entre otras cosas, describía las largas colas que se formaban delante de las carnicerías, a la vez que los mostradores se vaciaban en la República Popular de Polonia, estado satélite de la URSS. Corría el año 1981 cuando su Gobierno anunció un recorte del 20% de las raciones de carne subvencionada. Tal fue la reacción de los ciudadanos que tuvo que declarar la ley marcial para restaurar el orden. El hecho es una prueba más de que por mucho que pregonen vegetarianos o veganos, el ser humano continuará consumiendo productos procedentes de la matanza de animales. El citado capítulo terminaba aludiendo a cómo esta clase de alimentos de origen animal ofrecen proteínas, minerales y vitaminas esenciales en forma concentrada. Eso no es óbice para reconocer que se ha de ser prudente con las cantidades que ingerimos y que es necesario mantener una dieta variada y equilibrada. Detrás de esto, existe toda una industria de la que, en España, viven 80.000 personas de forma directa. Por eso, llama la atención las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, quien de manera torpe arremete contra este sector por razones medioambientales; torpeza que se suma a sus inoportunas palabras sobre el turismo al comienzo de la pandemia. Por otra parte, el Ejecutivo también sorprende con sus ataques a la automoción. En definitiva, tres ámbitos importantes de la economía que se ven zarandeados en un momento de fuerte crisis, cuando todas las manifestaciones públicas y decisiones políticas que se tomen han de realizarse con la máxima seguridad posible para que sean las acertadas, pues sus repercusiones pueden suponer un lastre que alejen la recuperación económica o, por el contrario -lo deseable- que sean un paso adelante para, por lo menos, volver a los niveles de crecimiento anteriores a esta coyuntura epidémica. No obstante, con mucha frecuencia, lo que se percibe del Consejo de ministros es improvisación y desacierto. En él, aunque no en todos los casos, hay más de una cartera que está ocupada por gente inmadura, políticamente hablando, a los que le viene grande el cargo y que parece vivir en una burbuja de entelequias absurdas, ajena a la realidad diaria que soporta la práctica totalidad de la sociedad, con un presente y futuro lleno de incertidumbres.

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