Visiones desde el Sur

Endogamia (I)

Las caras y los partidos habituales están siendo desplazados por coaliciones de gobierno

Hay un tiempo para la política activa al igual que lo hay para la vida. Algunas personas se aferran a un cargo público como si la existencia le fuera en ello, y se equivocan. La vida en la política no es fácil, o es dura, por hacerlo más lábil -por muy insignificante que sea el puesto que se ostente-. El ocuparse de los demás -y sólo hablo de quienes hacen política desde la honradez, de los otros que se encarguen los jueces- puede aportar bienestar y una razón de ser al que desempeña un cargo, pero, hay un momento que la tal cosa te aparta de la familia, de los amigos y de la disponibilidad de tiempo para uno mismo, aunque solo sea para inquirirse qué cosas perdemos al estar en estructuras endogámicas que rechazan a priori a los otros y en donde, las más de las veces, no se trata de dialogar sino de imponer un modelo de sociedad dado, el que fuere: el que venga en un programa diseñado a priori por algunos otros dedicados a las tales tareas, y, las más de las veces, por estructuras financieras o por multinacionales que son las que de verdad parten el bacalao sin que notemos siquiera un atisbo de su presencia en la toma de decisiones que nos afectan.

Por la edad en que transito he conocido tanto en tirios como en troyanos, en España o fuera de ella, personas, que, si se quedan fuera de una lista, o tienen solo la sospecha de que eso va a ocurrir, serían capaces de lo que fuere: hay ejemplos para dar y regalar. Esto no es genérico, claro está. La política, siendo necesaria, como lo es, intenta personalizarse, o, por decirlo de otra manera, ser confundida con un líder determinado más o menos carismático; hay quienes piensan que, sin ellos, el barco -sea cual fuere- zozobrará, confundiendo a todos los que pudieren de que no habría sistema u organización sin individuos concretos. Craso error. Si algo caracteriza la gobernanza del mundo en todo tiempo o lugar es la encarnizada lucha por el poder, por ostentar el báculo o el bastón de mando, por bañarse en el aura que otorga estar en posesión del imperium. Y lo peor de todo es que seguirá siendo así, salvo honrosas excepciones. La pérdida del bipartidismo en España y en Europa toda, nos está acercando a una nueva realidad -legítima desde un punto de vista democrático- en donde las caras y los partidos habituales están siendo desplazados por coaliciones de gobierno, que, sin embargo, los defenestrados, nos están presentando como intrusivos. Y no es así, no. (…)

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