En la película de Denys Arcand La edad de la ignorancia (2007), el protagonista Jean-Marc es un hombre mediocre. Un reflejo, algo vulgar, de la sociedad en la que vive, un hombre gris al que apenas hacen caso su mujer y sus hijas, en el fondo un fracasado que debe imaginar para llegar a ser alguien, para recuperar la poca dignidad que posee ante él mismo. Nuestro problema, aunque puede ser parecido y en las películas de Arcand (Quebec, 1941) se intenta reflejar esa crítica social, es otro. Hemos perdiendo la dignidad. Esa dignidad que nos hace personas, que nos muestra responsables, respetuosos, libres, al fin y al cabo. Y se pierde la dignidad porque nuestra conducta es habitualmente poco racional, vivimos de las emociones y con las emociones. En general usamos tan solo lo racional para justificar nuestras decisiones emocionales. Y vamos por un camino erróneo, por un pasillo sin puertas al que acabamos derribando los muros. La sociedad ha perdido la escala de valores, hablar de ello ahora es un tabú, pero hay que hacerlo y hay que decirlo, somos como esa generación distraída que no queremos saber nada de una manera racional.

Es lo que ocurre en España. No piensen otra cosa descabellada. No se crea lo que lee, ni lo que escucha, ni lo que ve en los medios. Nos han ido robando poco a poco nuestra dignidad. Y la ausencia de dignidad nos convierte en emocionales, y actuamos emocionalmente abandonando la racionalidad. Debemos ser personas. Debemos recibir una educación a la altura de las circunstancias (a ver si alguna vez se ponen de acuerdo nuestros políticos). Debemos amar la cultura y sentir la libertad por nuestras venas, pero una libertad racional. No somos héroes, y nunca lo vamos a ser. No somos los personajes que imaginaba el pobre Jean-Marc en la película de Arcand. Somos hijos de nuestros padres y de nuestras madres, y debemos amar la unidad, el respeto, la libertad y la responsabilidad. Todo lo demás, por poner un ejemplo, es lo que está ocurriendo en Cataluña.

Recuerdo las palabras de Doris Lessing: "Querido estudiante: Está usted loco. ¿Para qué gastar meses y años escribiendo miles de palabras acerca de un libro, o hasta sobre un autor, cuando hay cientos de libros que esperan ser leídos? ¿No se da cuenta de que es víctima de un sistema pernicioso?". Actuamos de forma errónea, fieles a un mal argumento que nos refleja la sociedad, porque en el fondo no somos libres. Pero hay que intentarlo.

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