Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Elogio del caos

Pedro Sánchez es el primer gobernante que dota de sentido al artículo 16 de la Constitución española

Siempre me han gustado los cambios. Posiblemente mi propia experiencia me ha llevado a no tener las maletas siempre preparadas, pero echarles un ojo para saber dónde están. Creo que cambiar siempre aporta algo de pedagógico y en el caso de la política tal vez algo de higiene, que buena falta nos hace. De vuelta de un par de días en Tavira, donde me alejé de todo en un pequeño paraíso sin televisión -hay vida sin ella, créanme- la vuelta me ofrece una oportunidad para ponerlo todo en su justa medida.No tengo miedo a lo que viene, sencillamente porque quienes lo agitan se olvidan del que dieron ellos mismos. El fantasma de un hundimiento en la bolsa duró exactamente un día, el tiempo que tardó en volver a subir y a su prima de riesgo a bajar. No se preocupen, vienen más; el de romper España, la rebelión vasca, la bancarrota y que todo es ETA; bueno, de hecho ya han vuelto, porque los he escuchado estas últimas horas en boca de los mismos que nos amenazaron con eso y más cuando no estaban en el poder, que ya les pasó.

No voy a hacerles un llamamiento a la tranquilidad, porque quien se cree todas esas insensateces, no va estar tranquilo en su vida, pero sí les pido que no les echen cuenta. Miren, con el nuevo Gobierno no va a pasar absolutamente nada; lo de que venía el apocalipsis lo sostuvo Fernando Arrabal con una tajá tan grande como la de Mariano después de ocho horas de vino y güisqui.

Tal vez no dure demasiado y la leyenda de Pedro, el breve se confirme al fin; cualquiera de los compañeros de viaje puede hacerla efectiva en cualquier momento. Ellos lo saben. Pero la tarea que tiene delante, es prometedora. Huir de la austeridad; sentar las bases de un pacto educativo imprescindible; volver a retomar un diálogo con Cataluña que la cerrazón de ambos lados mantiene suspendido; volver a llenar la hucha de las pensiones; dar una vuelta a la reforma laboral que ha traído muchos empleos y muy malos; regenerar una televisión pública que apesta a rancio; resolver la financiación autonómica para que no tengamos revueltas cada diez minutos; detener el insulto de quienes lanzan loas a un dictador que durante cuatro décadas trajo miseria y represión a este país; sacar a España del segundo lugar con más muertos en las cunetas después de Camboya y sobre todo, que medio país no piense jamás que todo le pertenece.

Empieza bien. Ha sido el primero que ha entendido lo de la aconfesionalidad del Estado y que la religión es algo demasiado privado para hacerlo público.

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