Ya se intuye la Navidad. El adviento termina como un tiempo de esperanza que se va a hacer realidad. En el aire flota un aroma de incienso que lo llena todo, que llega hasta el corazón para dar más fuerza a los latidos que jubilosamente presienten la llegada de un día único y memorable en la fe.

El Gloria casi resuena en los altares y nuestras almas quieren llenarse de ese compás que hace huir a la soledad para que los niños, madre y gozo de la vida, alegren los momentos de una tradición que tiene que ser de aleluya y no de silencio.

En un rincón veo de nuevo la caja que guarda durante el año todas esas figurillas que de niño me hicieron soñar y que hoy ofrezco a mis nietos más pequeños. Casi sin pensarlo, sin darme cuenta, a mi pensamiento viene una estrella de ese gran Belén de montes y valles, de cielos de papel y de ríos de color de plata y he llegado a sentir la presencia de recuerdos donde también llora, entre risas y canciones, la amargura de lo imposible.

La Navidad se acerca y la dicha tiene que romper el tedio de la monotonía para abrir puertas de nuevas ilusiones.

Cada tiempo de gloria, de espera, de paz que se pasa, va dejando en la playa del alma y en la eterna y renovada alegría del corazón, esa gran historia que como la más bella Verdad de nuestra fe cristiana, modela cada año nuevos pastores y vislumbra esa blanca nieve, con reflejos de misterios desconocidos para nosotros, en las voces mudas de zagales de siglos con acento de milagros.

Se acerca ese tiempo de Navidad que es despertar de conciencias , a veces dormidas, bajo el peso de la vida. Pero hay que seguir soñando. Todo es real en ese minuto cumbre de la noche en que unos ángeles se adelantaron para pregonar la Paz, el perdón y el amor, rociándonos con el agua redentora que vence a la sed del alma.

Hay que soñar y calladamente entrar en esa gruta del milagro, como sol que espanta a las tinieblas, donde un Hombre y una Mujer adoran el mejor de los frutos celestiales que entre pajas y el suave calor de una mula y un buey, acogen todas nuestras mas íntimas emociones.

La Navidad que se acerca es algo más que una cancioncilla que brota ante un altar de figurillas de barro efímeras. Algo más que la música de instrumentos sencillos. Algo más que enamora la poesía que sale del corazón.

Ahora que los días navideños ya están llegando a nosotros, yo le pediría a esa Estrella que vieron los Magos, que nunca se marchase, que siempre la tuviésemos en su cielo impregnado de campanas y lazos de colores, con el calor de llamear de leños y parpadeos lejanos. Que no se fuera nunca de nuestro lado, porque el gran Milagro ya ha sido en nuestra mente. ¡Aleluya!

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