AL COMPÁS DE HUELVA

JoSé Sánchez / Canales

Doñana también es una amenaza

No me tachen de sacrílego porque ponga las cosas en su sitio a la hora de escribir sobre Doñana, antaño cazadero real y hoy Parque Nacional y Reserva de la Biosfera. La decisión de abordar tan escabroso asunto surgió viendo el paso por Madrid de nada menos que dos millares de ovejas en lo que llaman la Fiesta de la Trashumancia. Sin entrar en más detalles, y aún desde la perspectiva de que exagero un poco -o un mucho, que todo es posible-, no deberíamos asombrarnos demasiado si algún día nos encontrásemos en la Plaza de las Monjas carteles indicando el paso de linces; sí, algo no improbable como que otro día viésemos cómo se acercaba "el mundo rural a la capital".

A esta conclusión llego cuando me entero que la Federación Onubense de Empresarios, desafiando a quienes controlan Doñana, no ya desde Bruselas y otras latitudes, sino desde la Consejería de Medio Ambiente, y siguiendo recomendaciones del controvertido comité de expertos, ha alertado de que se pretende acometer una nueva ampliación del Parque Nacional de Doñana bajo la premisa de "dotar de figuras de protección a todos los hábitats que tienen una influencia directa sobre el emblemático espacio". ¿Qué les parece la peregrina idea? Lo de peregrina porque a este paso las hermandades que acuden a El Rocío tendrán que prescindir de tractores y remolques y vehículos de apoyo a motor. Una amenaza que a lo mejor está más cercana que el hombre llegue a la Luna.

La Junta de Andalucía va a cumplir esa recomendación a base de, nada más y nada menos, que ampliar en más de 14.000 hectáreas la superficie actual que ahora mismo no recuerdo cuanto ocupa. Los dominios de Doñana alcanzarían Villalba del Alcor, La Palma del Condado y Chucena. Más alambradas, en definitiva, para impedir el futuro desarrollo de estas localidades y de otras que, de no alzarse con voces de protesta y movilizaciones contundentes, crearían "un doble efecto negativo para las propias políticas de conservación del Parque Nacional y -repito- para el futuro desarrollo socioeconómico de la provincia, como son la Alta Velocidad y el Corredor Ferroviario que debe discurrir entre Huelva y Sevilla".

El colmo de los desafíos y el desprecio más absoluto y maléfico hacia una provincia a la que se la están dando por todos los sitios, ante la pasividad de dirigentes políticos que no mueven un dedo a su favor y que estoy seguro que incluso aplaudirán tan oscura -que no luminosa- idea para salvaguardar los intereses de un espacio que está produciendo más efectos negativos que beneficios a una provincia -insisto- cada vez más confirmada como el culo de España y, por ende, de Andalucía. No interesa el progreso de Huelva y de ahí tanta indiferencia y obstáculos para proyectos tan vitales como el Corredor Mediterráneo y el definitivo despegue del Puerto de Huelva. Que lo decía no hace mucho su presidenta: que hay que unir esfuerzos y dejarse de esas peleítas que nos caracterizan. Doñana es una joya que tiene que ser mimada, y difícil entender esa alerta de organizaciones ecologistas ante posturas que pretenden convertir algunos parques nacionales, como el de Cabañeros, en cotos de caza. Que Doñana tiene en sus inmediaciones algo como Cabañeros, y otros peligros, como el dragado del Guadalquivir, que hacen que esté en la Lista Roja de Hispania Nostra. Que tenemos que defenderla y conservarla ante cercanos peligros está claro, pero que también tenemos que frenar sus amenazas es algo tan diáfano como que puede llegar a la Plaza de las Monjas. Al tiempo.

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