Do más pecado había

Aunque hago examen de conciencia cada noche, no tenía ni idea de cuál será ese lugar más pecaminoso mío

Desde niño estoy convencido de que, cuando me detecten una enfermedad, será por "do más pecado había". La expresión y la sugestión vienen del Romance de La Cava. Allí, el rey don Rodrigo pierde España ante los musulmanes por violar a la hermosa hija del conde don Julián. Tras perder la batalla del Guadalete, el rey yace sepultado vivo junto a una serpiente que empieza a comerle por "do más pecado había". Ya pueden imaginar ustedes el lugar o apéndice. Al niño que fui, cuando se lo contaron, le impresionó vivamente.

Aunque hago examen de conciencia cada noche, no tenía ni idea de cuál será ese lugar más pecaminoso mío por donde habría de mordisquearme la enfermedad. Tenía cierta curiosidad de hipocondríaco. Por si acaso, acabo de ir al urólogo; pero por ahí todo va correcto, menos mal. Y en éstas, me han detectado, ¡boom!, una contundente sordera en el oído derecho para los sonidos graves.

¿Ha sido mi pecado, me pregunto cual un derrotado rey Rodrigo a las orillas del tiempo y del mismo Guadalete, prestar oídos sordos a tantas cosas como siempre me han querido contar amigos, conocidos y saludados? Podría ser, que siempre tengo un artículo que escribir y me voy corriendo, adiós, gracias, adiós, donaires… Pero lo de los "sonidos graves" me da otra pista.

¿No he estado mucho más atento a los cánticos que a los lamentos? ¿No he hecho una opción preferencial por la lírica frente a la economía? ¿No me quedo con los chistes y rehuyo los lloriqueos? ¿No prefiero las comedias a los dramones en el cine? ¿No he apurado inexorablemente al vaso medio lleno, despreciando al pobre vaso medio vacío, que, si está medio vacío, es porque, en el fondo, está medio lleno? ¿No he sido, en definitiva, un frívolo? ¿Será esa ligereza, que causaba una pertinaz sordera de artillero para los tonos graves de la vida, el lugar do más pecado tengo yo?

No sé si tendré remedio. No del oído, que, por lo visto y lo no escuchado, no lo tiene mucho, sino de la metáfora. Porque aquí estoy riéndome. Ojo, que la sordera no es grave, sino de lo grave. Lo agudo lo seguiré escuchando, lo que me asegura que no me perderé ningún chiste bueno. Y que las voces de mi mujer seguirán animando mi paso en sordina por este valle de lágrimas.

¿Qué me dice usted? ¿Que este artículo, con la de cosas serias que pasan en el mundo, le parece una frivolidad? ¿Eso? ¿Sí? ¿No? ¿Qué? ¿¡Qué!? Disculpe es que cada día oigo peor.

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