Dismorfia

Estamos perdiendo la noción de la realidad, y asumimos sin complejos un mundo lleno de filtros

A ver si soy capaz de ordenar en dos mil caracteres lo que está desordenado en mi cabeza, y que al que tenga la paciencia de leerme no le parezca todo esto una salida de curva. Empiezo: dismorfia de Snapchat. Ese es el nombre que le han puesto a un fenómeno social que tiene que ver con los filtros de belleza de algunas aplicaciones móviles. Resulta que hay gente que, de tanto usarlos termina prefiriendo el aspecto que tiene en esas fotos al aspecto real de su rostro. Y están aumentando llamativamente las peticiones de cirugía plástica para corregir el rostro y adaptarlo a dichos filtros.

Otra cosa: la entrevista que han hecho a Miguel Bosé y el revuelo que han levantado sus afirmaciones negacionistas. Él mismo reconoce, en un momento de la entrevista, que "no es un profesional", pero que tiene derecho a tener una opinión y a expresarla. Faltaría más. Pero en el centro de esas opiniones se encuentran afirmaciones objetivables. Nadie opina ya sobre si la Tierra es o no redonda. Bueno: casi nadie.

Y más de lo mismo: los bulos, en general. O si quieren, en particular: mucha gente está convencida de que la comunidad china no paga impuestos. Da igual las veces que preguntes por el origen de esa información, o las veces que expliques que no hay ninguna legislación ni reglamento ni nada parecido que pudiera justificar esa afirmación. "Eso es así, yo lo he leído". Y como este bulo tantos otros, arraigados en el imaginario colectivo sólo porque refuerzan las opiniones propias.

Y en política, y termino ya: las campañas han atravesado todas las líneas éticas. Un señor o una señora que aspira a representarnos, a gestionar presupuestos, a tomar decisiones sobre el conjunto de la ciudadanía, ese señor o señora puede inventarse un dato (por ejemplo sobre menores acompañados) sin aportar ni una sola fuente fiable, y miles de personas lo dan por bueno. Sólo porque lo que dice refuerza sus opiniones.

A lo que iba: no nos interesa la verdad. Estamos perdiendo la noción de la realidad, y asumimos sin complejos un mundo lleno de filtros, filtros que nos interesan, hasta encontrar un reflejo a nuestro gusto, amoldado, fraudulento, pero propio. Nos estamos acostumbrando a vivir sin certezas, pero con opiniones. Porque, claro, podemos tener cualquier opinión sobre cómo nos gustaría que fuera el mundo. Pero no podemos tener cualquier certeza sobre cómo es. La Tierra, en fin, no puede ser plana y redonda a la vez.

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