Políticamente incorrecto

Francisco / revuelta

Discursos institucionales

EN Psicología se han llevado a cabo algunas investigaciones curiosas para ver el grado de credulidad y aquiescencia de las personas, así como los modos por los cuales pueden aumentar. Les pongo un ejemplo de manera sucinta: se pasaron una serie de pruebas psicológicas, incluyendo de personalidad. Al cabo de un tiempo se les entregó a cada uno de los participantes un informe basado en sus propias puntuaciones y se les solicitó que calificaran el grado de conformidad entre lo que venía en el documento y cómo ellos se veían a sí mismos. El resultado global fue que la mayoría estaba de acuerdo; esto es, se dio una alta correspondencia entre cómo se autopercibía cada sujeto y lo que ponía el informe. Estos hallazgos fueron sorprendentes, ¿por qué? Pues porque se había procedido así: a) se confeccionaron los documentos sin tener en cuenta las respuestas a los tests, y b) los nombres y apellidos se colocaron, como se dice coloquialmente, al voleo. Sorprendente, ¿verdad? Así es y sepan que la muestra la formaban alumnos del último curso de Psicología. El truco de tanta aceptación residía en que para la redacción se escogieron frases de los típicos horóscopos de la prensa y revistas y de otras fuentes similares, a base de generalizaciones, declaraciones que no se concretan o afirmaciones que son aplicables a cualquiera, incluso integrando cosas opuestas, como cuando dicen "usted es una buena persona, aunque en alguna ocasión le ha entrado ganas de hacerle daño a alguien".

Dicho esto, les comento que buena parte de los discursos institucionales, al margen de quien los pronuncie, me recuerdan mucho a esos informes citados, pensados para un público medio que en la realidad no existe, con objetivos y deseos que, prácticamente, todo el mundo suscribe y con críticas que no se especifican lo suficiente, que únicamente se dejan caer, pero sólo un poquito. Sus emisores -o más precisamente, los que escriben los textos, apodados negros- desperdician una buena ocasión en un momento en el que suele haber una actitud receptiva. El discurso del miércoles pasado del jefe del Estado, Felipe de Borbón, se ajustó a esta línea expuesta -mejor leído de cómo lo hacía su padre-, y del que sólo habría que resaltar la manera como abordó el tema de la corrupción -por lo de su hermana, ¿no?-y la utilización de la primera persona al hablar de Cataluña. "Me duele y me preocupa", declaró; expresiones que mejor debería haberlas utilizado para otros asuntos y no precisamente pare ese.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios