Días históricos

Comenzamos a vivir una Navidad desconocida e inédita que no nos permite compartir abrazos

Hay días especiales, días valiosos, días terribles y días maravillosos… depende de lo que esperemos de ellos y del estado de ánimo que nos acompañe. Hay días tan rutinarios y vulgares que no parecen haberse vivido, mientras que otros se recuerdan siempre por el valor de lo que siembran o por las consecuencias que traen aparejadas… Son los conocidos como días históricos. Esos tan especiales, tan diferentes entre sí y tan únicos, que solamente por el valor y mensaje social que conllevan, son recordados, admirados, y señalados como ejemplo.

El día que Nadia Comaneci, a sus catorce años, consiguió un 10 (una calificación redonda y sin paliativos) en los Juegos Olímpicos del 76, compitiendo en Gimnasia Artística ¿No merece ser llamado histórico? Cuando se consiguió, después de muchas presiones y sentido común, celebrar el primer Mundial de fútbol femenino, en 1991, a pesar de las protestas por parte de diferentes sectores, el día de la inauguración de la competición, consiguió el calificativo de histórico. Por otra parte, ¿cómo no considerar histórico ese 10 de diciembre de 1948, en el que es aprobada la Declaración de los Derechos Humanos por la Asamblea General de las Naciones Unidas? ¿O el día en el que se aprueba la Constitución de 1978, que reconoce y garantiza todos los derechos fundamentales?

El caso es que hemos sido educadas en esa cultura, la de los días especiales, en retener fechas que merecen ser reconocidas y recordadas. (Por ejemplo, no estaría mal que fuesen considerados días históricos esas jornadas en las que Olona, la diputada por Vox, entra en el Congreso con ganas de guerra y despliega un repertorio de insultos y estupideces variadas, con la única finalidad de ser protagonista de lo que sea. Espíritu navideño el de la Maca).

Esta Navidad que vivimos del 2021, (y ya van dos), también pasará a la historia por los días que vivimos, tan históricos como complicados. Estas fiestas navideñas, siempre celebradas, deseadas y esperadas, se nos ha convertido en una feroz vigilante de nuestras vidas que, para colmo, es adicta a los antígenos.

Comenzamos a vivir una Navidad desconocida e inédita, una Navidad que no nos permite compartir abrazos. No queda otra. Ahora toca trabajar entre todos, ya sea desde el Gobierno central, los autonómicos o los vecinos de enfrente. Llegado este momento toca el escuchar al otro, comprenderlo e ir modelando juntos una Navidad histórica y colmada de optimismo y esperanza, ¿por qué no?

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