La otra orilla

víctor rodríguez

Desigualdad

En la era de los datos, escuchamos tantos y tan seguidos, que nos entran por un oído y nos salen por el otro; la saturación como forma paradójica de ignorancia, pero claro, cuando entramos en un contacto más personal o íntimo la cosa cambia. Podemos estar oyendo campañas en pos de la investigación de enfermedades raras, pero cuando te has encontrado con Martina y su epidermólisis ampollar, más conocida como "piel de mariposa", desearías que ese denostado presupuesto de I+D+i español se incrementara lo suficiente como para poder impulsar soluciones que acabaran con su sufrimiento (y el de sus padres y hermano).

Es fácil hablar de los contingentes de las mujeres marroquíes que recogen los frutos rojos, tratadas así, como colectivo, ese "parecen todas iguales" bajo sus pañuelos y chilabas, hasta que viajas a Marruecos y ves campos sembrados y cultivados sin tractores, con niños a la espalda y sin espacio para la queja.

O fijamos la mirada en el sueño americano que buscan los centroamericanos para llegar a Texas, y estando en Texas y vas a tener un bebé, te piden veinticinco mil dólares en la puerta del paritorio.

Al final siempre ofrecemos respuestas incompletas e imperfectas a necesidades que se podrían poner por delante, dado que la búsqueda de la felicidad y de la dignidad debería ser la prioridad de cualquier sociedad, pero lastimeramente nos estamos acostumbrando a la mediocridad, a los servicios mínimos y a las renuncias por el mal menor. Así, Martina seguirá con sus vendas y sus viajes a Sevilla, las marroquíes aguantarán lo que mande el manijero en los campos de fresas, y los centroamericanos soportarán como puedan la separación de sus hijos en la frontera sur de los Estados Unidos con tal de llegar al otro lado y aceptar lo que nadie quiere en cuestión de trabajo y condiciones, a cambio de techo y comida.

Los indicadores más recientes señalan que la desigualdad en Europa se ha incrementado en los últimos años, en España, durante la crisis, el número de ricos ha aumentado, pero esta es también una frontera conformista, muy centrada en lo nuestro, en lo conocido, cuando la desigualdad en el acceso a lo básico para vivir con dignidad es la mayor inhumanidad actual y será el reto de los próximos años. ¿Por qué yo sí y tú no, por qué yo no y tú sí? No encuentro la respuesta, lo que sí sé es que urge encontrarla antes de que todo salte por los aires.

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