Entiendo, y me pongo de inmediato en su lugar, el desconcierto de la mayoría de los ciudadanos ante las actitudes y decisiones de algunos políticos. Así ese intrincado asunto del presidente de la Autonomía de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, antes de que se abra juicio oral y despreciando olímpicamente la democrática presunción de inocencia, expone de forma escandalosa esa doblez vergonzante y vergonzosa de Ciudadanos, ese partido residual que hoy dice una cosa y mañana otra, que hoy exige allí lo que servilmente deja pasar aquí, que ahora es centro-izquierda y de repente - deus ex machina- es centro liberal, o algo así, que viene demandando con un énfasis desmedido -que no ejerce en otros casos flagrantes- la dimisión del mandatario murciano. En esa constante inquisitorial de muchos españoles a Ciudadanos parece que no le importe que el presidente sea o no culpable, sino el cumplimiento de un compromiso dando por decisivas las apariencias. ¿No será mejor esperar a que las autoridades judiciales hagan efectiva su sentencia?

Ese artificio engañoso, habitual en muchos políticos en ejercicio, lo advertíamos en la aviesa intervención en el Senado de la senadora de Esquerra Republicana Mirella Cortés, que osó señalar al presidente del Gobierno como "el señor X" de "un GAL sin violencia física" contra los dirigentes catalanes y que intenta "destruir el pluralismo ideológico y las instituciones básicas catalanas", haciendo mención a las "cloacas del Estado" y a la "compra de periodistas" entre otras "malas artes". En sus perversas y manipuladoras maniobras independentistas no paran en argumentos propios de la conspiración que, como dijo Rajoy, es el espantajo fácil que en el caso del nacionalismo es pantalla o bandera que ondea agitada por aires secesionistas para solapar y encubrir muchas vergüenzas y desacatos difíciles de ocultar. Una más de esos atrabiliarios y biliosos robespierres que abundan por las cámaras, oportuna cita del presidente cuando respondió a Iglesias. Aunque más de uno no tenga muy claro quién fue Robespierre y la Convención.

Este juego confuso de falsedades y embelecos de toda laya lo encontramos también en esferas más cercanas, más domésticas y familiares. Tengamos el debatido proyecto CEUS. Hace días el alcalde socialista de Moguer, Gustavo Cuéllar, entre otros, acusaba al Gobierno de que no había consignado su aportación: "No ha puesto el dinero que tenía que haber puesto", mientras que su representante en Huelva, la subdelegada Asunción Grávalos, sostenía que el Gobierno ha invertido más de 10,2 millones de euros "desde un compromiso real, decidido y responsable" en tanto que la Junta de Andalucía "no ha puesto ni un céntimo de euro". Sea cual sea la realidad, y la verdad no es más que una, lo que desconcierta a todo onubense de bien es que el polémico proyecto esté en riesgo y pueda malograrse. ¿Cuándo van a desterrarse las opciones personales en beneficio del bien común?

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