Indudablemente el mayor problema que tiene España es la Pandemia, con sus graves consecuencias sociales, políticas y económicas. Pero en su patológico empeño de este desquiciado gobierno de coalición tenemos pendientes otros conflictos: revisión del salario mínimo, reforma laboral, reforma de las pensiones, política de vivienda y alquileres, la costosa factura de la luz, el ingreso mínimo vital, las leyes trans, de igualdad, del sí es sí, el reparto de ayudas de los fondos europeos, la plenitud democrática y cuantos quiera sacarse de la manga el hasta ahora vicepresidente segundo que tenemos con su paranoia monárquica y su republicanismo enfermizo. En fin… demasiadas cuerdas para un violín, si parodiamos el título de la película de Pietro Germi magníficamente interpretada por Ugo Tognazzi.

Este repentino alud de aventuras políticas, intrigas, tramas y artimañas, maniobras tácticas y estratégicas, urdidas por quien pretende el poder supremo de las comunidades y los territorios, con la colaboración o complicidad de quienes han llegado a la política para servirse de ella y no para servir a la estabilidad y bienestar de la convivencia ciudadana, sorprende al ciudadano en una situación de gravedad extrema, de incesante incertidumbre, de auténtico miedo cuando no cesan los contagios, ni las hospitalizaciones ni los muertos, cuando la economía llega a un extremo insoportable y se agudizan las necesidades y la pobreza. En tal desbarajuste la mayoría ciudadana - otros lo ven con irresponsable indiferencia o interesada connivencia - contempla estupefacta, asombrada y desolada como muchos de los que dicen representarles, urden estrategias, acuerdos y maniobras inmorales para beneficiar su provecho o apropiarse de bien remuneradas poltronas en los numerosos parlamentos de este país.

Un espectáculo entre lo despreciable, grotesco y ridículo, descaradamente jaleado o alentado por unos medios afines que bien remunerados apoyan panfletaria y sectariamente estas estratagemas políticas y su ambicioso y pérfido proselitismo. No había más que ver el gesto de contrariedad y resentimiento cuando supieron la frustración y el fracaso de la moción de Murcia y la decisión de los jueces sobre las elecciones en Madrid. Es penoso contemplar entre el bochorno y la reprobación el desbarajuste de un partido - en el que hay muy buena gente - cuyos dirigentes al frente van de un lado a otro como pollos sin cabeza, camino de ninguna parte, víctimas propiciatorias de los especuladores del poder sin escrúpulos, dispuestos a ocupar todos los escaños posibles del territorio político español y la apropiación de las instituciones para su propio beneficio. Y de paso, eso que no falte, los consabidos ataques al PP y su líder a los que se suman todos los partidos además de los corifeos mediáticos de costumbre, que se aprovechan sin conmiseración de este río revuelto. Iglesias cambia su rumbo: finis est? ¡Cuídense de los idus de Marzo!

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