Derechos de autor

Es preciso ir desterrando esa idea de que la cultura debe ser gratis aplicándola a sus trabajadores

Me invitó a su casa para hablar acerca de un poema suyo al que, por mi parte, había musicado y, dentro de la conversación, me dijo que ya podía vivir de la literatura y que, como era esperable, eso le hacía trabajar mejor y ser más productiva. Me refiero a la escritora Gloria Fuertes, quien nos dejó una larga lista de obras para disfrute de niños y adultos. Tuvo suerte porque son muchos los creadores que se ven muy limitados de tiempo para poder desarrollarse si para subsistir tienen la obligación de cumplir con un horario laboral en algo que muy probablemente nada tenga que ver con aquello que pretenden cultivar. No erraríamos al afirmar que por ello se han perdido grandes talentos y aportaciones culturales de todo tipo. Por eso, entre otras razones, son muy importantes los derechos de autor. Sin embargo, en muchos se ha instalado un sorprenderte rechazo a los mismos, sobre todo en el contexto de internet y en el de las copias, y un fuerte desacuerdo con cualquier medida dirigida a su protección, basándose en la falaz idea, que algunos se creen, de que va contra la libertad y el conocimiento, cuando realmente no es así, ni mucho menos. La verdad de lo que subyace es la maximización de beneficios sin que participen de ellos los autores.

La famosa Wikipedia, en su comunicado del día 4, decidió oscurecer todas sus páginas antes y después de la votación de ayer en el Pleno del Parlamento Europeo de una nueva directiva en este ámbito. Cómo no, echaron mano de lo expuesto anteriormente. Al final no se ha aprobado pero al margen del resultado, es preciso y urgente que se destierre la idea de que la cultura debe ser gratis aplicándola a los trabajadores de la misma. El compositor, novelista, director de cine, etc., como todos, tienen que comer, vestirse y tener donde cobijarse y si no obtienen remuneraciones ¿cómo van a pagar estas necesidades básicas? ¿Es que acaso viven del aire? Resulta curioso que quienes se aferran a ese argumento de la gratuidad no lo apliquen a otros asuntos más perentorios para el ser humano como, por ejemplo, la alimentación o una vivienda digna. ¿Dirían que ambas cosas deberían ser gratis y que los agricultores, ganaderos y constructores no cobren? Seguro que no. Quien quiera dejarse engañar, que se deje; pero hay que tener claro que detrás de esas proclamas hay más de uno que se está poniendo las botas a costa de los creadores y dañando a todos los sectores económicos que se encuentran alrededor de la industria cultural.

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