No, no es la nuestra, aunque venga recibiendo un menosprecio evidente, críticas, vejaciones y humillaciones intolerables. No son de ahora y de este régimen, diríamos. Recuerden los más veteranos como en los años cincuenta y sesenta falangistas y franquistas injuriaban a la institución monárquica. Me refiero a como de un tiempo a esta parte se han impuesto esas visiones corrosivamente críticas sobre el más antiguo de los sistemas de gobierno. E inveterado resulta ese tratamiento a veces superficial, manipulado y espurio que Hollywood le dio a las producciones históricas por motivos generalmente comerciales o políticos. Sin embargo uno de los precedentes europeos que podemos citar es Vicios privados, virtudes públicas (1976), coproducción italoyugoslava de Miklós Jancsó, de mórbida y tórrida carga sexual, bastante explícita que no era más que una recreación libre de las postrimerías de la vida de Rodolfo de Habsburgo, heredero del imperio austrohúngaro focalizada en su aspecto más procaz.

En ese afán de destacar el lado más innoble y oscuro de ciertas figuras reales hay otro antecedente muy significativo de desacreditar a las monarquías españolas, especialmente por el cine británico. Un ejemplo bochornoso y despreciable: Elizabeth: La edad de oro (2007), producción inglesa dirigida por Shekhar Kapur. Aparte de su potencia visual y su espectacular puesta en escena, con logros de fotografía y la suntuosidad de sus atractivos estéticos, hay una arbitraria animosidad hacia España, más caricaturesca que crítica. El retrato de Felipe II, como obsesivo devoto, rodeado siempre de obispos y clérigos revestidos, con cruces alzadas y ciriales y con varios rosarios en sus manos, su faz idiotizada, su voz meliflua y su andar torpe, es tan increíble como necio. No hay rigor histórico y sus invenciones amañadas y manipuladas de manera bastarda y beocia. Un disparate insultante e inadmisible

Vuelvo sobre el tema por la actual emisión de La princesa española (2019-2020), secuela de los éxitos de La reina blanca (2013) y La princesa blanca (2017), que obedecen a ese estilo de ficción histórica tan frecuente hoy. En este caso para denostar la historia con alevosa libertad y con errores históricos inadmisibles, que interpreta los hechos con absoluta libertad y con auténtica y desaforada falsedad, enfatizando los aspectos más oscuros, tormentosos, comprometidos y vergonzantes con evidentes perfiles muy sesgados y tendenciosos. Esta versión anglosajona sobre el reinado de Catalina de Aragón, esposa de Enrique VIII, no sólo afrenta la historia de España, sino que nos ofrece una manipuladora visión de la personalidad de la reina. Con el socorrido pretexto del entretenimiento los creadores de la serie articulan a su antojo la realidad y tergiversan la auténtica entidad de los personajes y la evidencia de unos hechos contrastados por biógrafos e historiadores, fruto de su profunda investigación y su rigor narrativo.

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