En política nada es lo que parece. Ni siquiera es lo que se nos cuenta o manifiesta por parte de los líderes políticos que conforman el arco parlamentario. Siempre hay una parte que se nos oculta o se nos tergiversa en función de los intereses tácticos de las formaciones que están representadas en el Congreso, que tienen que ver en primer lugar con el hecho de si dicho partido está en el bloque que compone el gobierno (PSOE, IU/Podemos), si está en la oposición (PP, VOX y Cs) o, en última instancia, si conforma ese grupo misceláneo que apoya al gobierno o no, y que busca con su apoyo, abstención o el voto en contra, sacar rentabilidad para los intereses que pregona o las oportunidades que busca.

Y esto, que a muchos les parece una osadía y así lo manifiestan, es la democracia. Es decir, la búsqueda del consenso que trae consigo la corresponsabilidad a la hora de la toma de decisiones, de forma que las medidas que se adoptan favorezcan a un mayor número de personas posibles.

Las mayorías absolutas, por medio de las cuales se podía aplicar el programa político de un partido, se han terminado por ahora en este país y no solo a nivel nacional, sino también en los ámbitos autonómicos y locales. Y no estamos ante hecatombe alguna como la oposición machaca una y otra vez, sino todo lo contrario; ante un ejercicio democrático que emana de la composición del parlamento español en estos momentos. Punto.

Cada uno de los partidos que componen dicha cámara, mejor dicho, cada una de las personas de las 350 que se sientan en uno de sus sillones, han sido elegidas por sufragio universal en unas elecciones libres, intachables y de forma democrática. Es decir, el pueblo soberano ha decidido que así sea; por tanto, de nada vale alegar que, si el gobierno se apoya en unas señorías u en otras para sacar adelante los presupuestos, o cualquier otra ley que proponga, esté atentando contra no sé qué cosas indecentes o punibles.

Miren, todos los gobiernos de este país, independientemente de su color, intentaron acabar con la banda terrorista ETA y, además, negociaron en silencio con ella para llevar a término la tal cosa, fueran del PP o del PSOE. Manifestar ahora, que el gobierno actual se apoya en los independentistas catalanes o vascos para sacar el presupuesto o para gobernar, y que eso supone una traición a los valores patrios, no es más que una rabieta de patio de colegio dirigida a cosechar votos en el revuelo mediático.

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