Demagogia a costa de la universidad

En la universidad hay muchos jóvenes pudientes que ahora no pagarán nada por sus estudios

Con la venia. En parte por el interés del asunto, mayormente por huir del chaparrón de la farsa podemita con oropel parlamentario, me visto la toga para tratar un tema que mucho me importa, pues de la universidad se trata. Quizá habrá llegado a sus oídos, lector amigo, el penúltimo de los atentados de la demagogia política contra la universidad andaluza. Por si acaso no, conviene que sepa que la Junta de Andalucía ha decidido bonificar a los estudiantes universitarios que aprueben en primera convocatoria con el coste de la matrícula, de manera que un alumno que aprobara toda la carrera a la primera, por así decir, tendría de hecho gratuidad total. ¿Puede ser alguien tan malvado que se oponga a ello? Servidor, sin ir más lejos, y probablemente usted si me sigue hasta el final.

En primer lugar, cabe preguntarse por qué el conjunto de la sociedad, en la que hay muchos jóvenes trabajadores que no desean o no pueden estudiar en la Universidad, ha de pagar los estudios a quienes tienen medios sobrados para ello. En la universidad hay muchos jóvenes pudientes que ahora no pagarán nada por sus estudios, pues lo que se plantea no es un sistema de becas sino una medida universal que se aplicará a pobres y a ricos. ¿No sería mejor emplear esos fondos en mejorar el decrépito sistema de becas y que las ayudas lleguen a quienes de verdad las necesitan?

Más aún, ¿cuándo y cómo compensará la Junta a las quebradas universidades andaluzas el dinero que dejen de percibir? La promesa es hacerlo de forma inmediata, pero ¿es esto creíble cuando la Junta mantiene una deuda con ellas que en febrero de este año se aproximaba a los 300 millones de euros? Los rectores, que no pierden una ocasión de incensar a la Junta -a ver cuándo los hacen consejeros a todos de una vez- ya han mostrado su satisfacción por la demagógica medida, aunque ha trascendido que, sólo a la Universidad de Sevilla, le costará la broma más de ocho millones anuales. El rector Castro debe estar aún más feliz que de costumbre, mientras la Hispalense, bajo su nefasto mandato, sigue perdiendo peso y prestigio en los rankings y fuera de ellos.

Último y venial asunto: ¿seremos ahora los profesores los "culpables" de que los pobres alumnos suspendidos no puedan continuar sus estudios? Sí señor, así será y pronto lo veremos. La demagogia, para ser perfecta, precisa de chivo expiatorio.

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