Ahora a esas perturbaciones atmosféricas que provocan lluvias torrenciales, vientos e inundaciones, especialmente en el área mediterránea por este tiempo, las llaman Dana que, dicen, es una "depresión aislada en niveles altos". Otros siguen denominando a esta anomalía temporal gota fría. Se llame como se llame, que hoy todo el mundo busca extraños eufemismos para cambiar el nombre de las cosas de toda la vida, la realidad trágica es que todos los años cuando se acerca el otoño, con irregularidades climáticas a las que ya estamos acostumbrados, sobrevienen tormentas, huracanes, violentos fenómenos atmosféricos de todo tipo. Suelen avisarse con tiempo aunque a veces no alcanzan la gravedad que después registran o viceversa. Pero la funesta realidad es que producen inundaciones, riadas y catástrofes de extraordinaria magnitud con resultados de muerte y desolación.

Y ocurre también que por falta de previsión los anegamientos que inundan cauces, rieras, riveras, arroyos y ríos -en ocasiones indebidamente canalizados- devastan de manera brutal casas, negocios, vehículos y todo tipo de elementos urbanos, asolando caminos, calles, plazas e industrias diversas. Algunas de ellas por haberse construido en lugares indebidos, cuando no ilegales, aparcar en zonas inundables, desafiar a las fuerzas de la naturaleza e incumplir normas urbanas exigibles. En la mayoría de los casos también porque la desmesura de los temporales arrasa con poblaciones, calzadas, edificios y alcanza un poder destructivo implacable y exterminador. Pero la coincidencia de estas turbulencias en tiempo y espacio, la reiteración de estas catástrofes en determinados lugares, deberían disponernos para hacerles frente, preparados al máximo con las debidas prevenciones.

Esta Dana, o como quieran llamarla, insisto, se asemeja mucho a las alteraciones políticas que padecemos en España y reitero mi especial preocupación, a la que me he venido refiriendo en algunas de las últimas columnas: el conflicto planteado por los nacionalistas catalanes. Una gravísima problemática que viene de lejos, de cuyas consecuencias se viene alertando desde hace mucho tiempo y que a pesar de ello hemos permitido que avance inexorablemente, agravándose intensamente como estamos viendo en estas últimas jornadas. Disponemos a través de nuestra Constitución de los instrumentos precisos para decretar política y legalmente los medios para frenar en seco lo que es un desafío, un asalto, un atentado contra el Estado de Derecho que garantiza la unidad del país y el normal ejercicio democrático. Todas estas turbulencias independentistas, consecuencia de tantas anomalías permitidas, son posibles también por la colaboración de partidos izquierdistas y de apoyos mediáticos inconcebibles, además de los que en la propia Cataluña, debidamente subvencionados, contribuyen a la agitación y propaganda propias de un supremacismo irracional y reprobable.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios