La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Curado de admiraciones

TVE optó por la idealización y TV3 por el realismo. Porque es mentira que estemos unidos frente al terrorismo

Sentí ayer vergüenza oyendo las pitadas, abucheos e insultos al Rey y viendo las pancartas con eslóganes difamatorios y groseramente insultantes que se le enfrentaban a pocos metros y le rodeaban, las acusaciones al Jefe del Estado y al Gobierno -fomentadas y suscritas por las autoridades catalanas- de fomentar el terrorismo con el tráfico de armas, la gigantesca pancarta con el lema de la manifestación de la CUP -"vuestras políticas, nuestros muertos"- alzada pocos metros por detrás del Rey…

La Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona lo han organizado todo admirablemente bien para exponer al Rey y al Gobierno de España a los insultos del fanatismo antidemocrático y anticonstitucional que ellos mismos fomentan. En ningún país europeo pasa esto sencillamente porque ninguno toleraría que en una manifestación el protokolo pusiera al Jefe del Estado y al presidente del Gobierno en esta situación.

Siguiendo la política de prudencia, llamémoslo así, otros le llamarían de avestruz, del Gobierno, TVE intentó silenciar los pitos y abucheos cuanto pudo, bajando los micrófonos del sonido directo para tapar la bronca con la voz de los locutores que hacían cantos a la unidad y la solidaridad; lo mismo que hace cuando el Barcelona juega la final de la Copa del Rey y los simpáticos culés se entretienen pitando la aparición del Rey y el himno de España: ¡micrófonos abajo! TV3, en cambio, emitía pitos y abucheos con entusiasmo amplificado de Dolby Surround 5.1 y editaba las imágenes intercalando planos del Rey y de las pancartas insultantes. La televisión pública nacional optó por la idealización y la catalana por el realismo. Porque es mentira que estemos unidos frente al terrorismo.

Lo único bueno de la política miserable de la Generalitat y los independentistas radicales es que nos ha curado de admiraciones como las adversidades curan de espantos. Admirábamos y envidiábamos la Cataluña en la que tantos andaluces encontraban trabajo y la hermosa, culta y cosmopolita Barcelona de los bulevares -¡tan parisinos!-, los Novísimos, el Liceo, el Palau, las Ramblas en la que se podían comprar libros de madrugada, las grandes librerías y editoriales o las pequeñas librerías de viejo de Aribau, el Paralelo… Boquiabiertos nos quedábamos. Tanto que hasta nos tragábamos la Nova Cançó entera y las películas de la Escuela de Barcelona, que ya es decir. Ahora estamos curados de admiraciones. Por desgracia.

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