E style="text-transform:uppercase">n un país desconocido había dos hermanos. Dos hermanos que se querían, que habían nacido del mismo padre putativo, que defendían unos ideales ajenos a la realidad social, aunque ellos pensaban que eran la realidad social actual. Hermanos dirigentes de un bloque que nunca había sido histórico, más bien histriónico. Un día su padre los abandonó a la suerte, y uno puso su cara y su coleta, mientras que el otro hablaba y hablaba.

En los diálogos eran semejantes, daban la sensación de estar unidos por un cordón umbilical que les alimentaba de radicalidad y respaldo, ambos pretendían echar raíces en una sociedad que se desfragmentaba por momentos, una sociedad insegura de sus actos, una sociedad gris, una sociedad violenta, una sociedad cansada de los líderes políticos de siempre.

Y así transcurrieron los días, entre abrazos, risas y llantos. Apariciones públicas y desconocimiento. Mientras la fe en sus actos se afianzaba, buscaban construir un pueblo con identidades confusas, prometiendo condiciones materiales de vida, seduciendo con un discurso vacío a todos los seguidores, y haciéndoles creer que había nacido el partido de la movilización. Pero se rodearon de radicales, crearon un mosaico con teselas de colores que no lograban encajar, a la fuerza las piezas entraban saltando chispas y rompiendo esquirlas.

Los hermanos se pelearon, se enfrentaron. Acudieron a Vistalegre con posturas opuestas y con apoyos diferentes. El discurso de uno era semejante al del otro, semejante pero diferente, idéntico pero dispar. Sin proyecto político (esperan a Vistalegre 2 para ello), hicieron votar a sus simpatizantes, les reclamaron palabra, una palabra que les habían quitado antes de entrar. Y el resultado fue que ganó el de la coleta, por la mínima, pero venció. El hablador salió reforzado, aunque atacado en redes sociales por los que tienen mal peder. Crearon la desconfianza y la discordia, la militancia pasó a ser activismo, y cambiaron los motivos estratégicos por estrategias de desgaste y de ruptura.

Recuerdo unos versos del poeta Juan Gelman: "No ganará plata con ellos / no entrará al cine gratis con ellos / no le darán ropa por ellos / no conseguirá tabaco o vino por ellos / ni papagayos ni bufandas ni barcos / ni toros ni paraguas conseguirá por ellos / si por ellos fuera la lluvia lo mojará / no alcanzará perdón o gracia por ellos". Sigan creyendo lo que quieran, yo sólo les deseo una buena entrada de año a los lectores.

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