Lo previsible cuando en una ciudad se reanudan unas obras, largo tiempo esperadas, es que se celebre con alegría y con ilusión, solamente al ver una hormigonera en la zona. No debe ser casualidad que en Huelva, esas reformas que deberían provocar entusiasmo, lo que produzcan sea sospechas. Si además, se comprobara que se realizarán en el edificio del Banco de España, entonces nos echaríamos a temblar e incluso llegaríamos a convulsionar, porque lo que sigue ya nos lo sabemos: primero va la instalación de brillantes vallas metálicas impidiendo el paso, sigue con el montaje de la "conocida" grúa, testigo privilegiado de procesiones de Semana Santa, de carrozas del Rocío o inauguración de bares de la Plaza de las Monjas. Le sigue el hallazgo de restos arquitectónicos y termina con el cierre temporal de la obra, que durará años. Retomar las obras para conseguir ese justo y esperado Museo Arqueológico, más que una celebración invita a pedir socorro.

Algo parecido ocurre cuando se cita a Edusi (Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado) que, admitiendo las necesarias transformaciones que está consiguiendo lograr gracias a los fondos europeos, no consigue traerse una grúa (aunque sea la de la Plaza de las Monjas prestada) hasta el Conquero Ni Edusi, ni Feder ni las plataformas en defensa de los cabezos consiguen parar ese lamentable estado de Villa Rosa, los oxidados y peligrosos miradores o las losas levantadas que quedan en el acerado…

Huelva cada vez se asemeja más a las polis griegas del S.V a.c. Tiene su acrópolis o zona debidamente urbanizada, con abastecimiento para todos los servicios necesarios y cuidando tanto el desarrollo económico como la estética en toda la zona que ocupa. En nuestra ciudad, la acrópolis se distribuiría entre el centro de Huelva, Pescadería y el Ensanche o el Paseo de la Ría… Pero, junto a esta zona VIP, todas la polis griegas tenían también su chora: campos sin cultivar, sin rebaños, sin cuidados estéticos ni utilidad. La chora de Huelva es demasiado amplia, demasiado deslucida y se encuentra en un estado deplorable. Edusi no habrá podido llegar hasta ella y no habrán sido suficientes los fondos de Feder.

"Aceptarlos como son" es una buena filosofía para los hijos y porque se educan para mejorarlos. No se puede aceptar al Conquero ni a la barriada de la Hispanidad ni a la del Torrejón ni a la de Santa Marta en ese lamentable estado en que se encuentran. A veces no es útil querer tanto.

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