Cubrirse las espaldas

Es presumible que Pedro Sánchez esté considerando que una nueva cita con las urnas le beneficie

Se pueden hacer todo tipo de especulaciones y me aventuro con una: me da la sensación de que Pedro Sánchez no está muy contrariado por no haber logrado la investidura como presidente pues, en el fondo, desea que se celebren nuevas elecciones. Es verdad que de aquí al 23 de septiembre, fecha en la que tendrían que disolverse las Cortes de no haber acuerdo, podría desbloquearse la situación y constituirse un nuevo gobierno. En política todo puede suceder, hasta la cohabitación con extraños compañeros de cama. Pero, como he dicho, quizás lo que ha habido en estos días en el Congreso de los Diputados, por parte de Sánchez, no haya sido otra cosa que un intento cubrirse las espaldas con la pretensión de que le echen la culpa a otro u otros de que se convoquen otros comicios. ¿Por qué esta hipótesis? Pues hay varias razones. Entre otras, una es la queja manifestada por más de un grupo de ausencia de conversaciones para darle un apoyo explícito a su investidura. Otra es la falta de referencias a Cataluña, cuando también necesitaba los votos de los independentistas; asunto que llama la atención si se mira hacia atrás y recordar la cantidad de gestos que ha hecho con ellos durante su presidencia, como su visita a Barcelona para ver a Torra, colocados al mismo nivel; aparte de su cansina letanía de diálogo, diálogo y diálogo. Pero hay una más que resulta muy significativa, el enfrentamiento con Pablo Iglesias, para hacerse valer como el auténtico líder y representante de la izquierda. Su discurso, en ocasiones, ha parecido responder más a una precampaña orientada a ganar terreno en un espacio político concreto ante una previsible nueva cita con las urnas que a la consecución de una investidura. Con respecto a esto último, es presumible que Sánchez esté considerando que en unas nuevas elecciones sea muy probable que Podemos baje y que el PSOE recogerá, al menos, parte sus votantes, fortaleciéndose así como fuerza hegemónica de la izquierda. Una coyuntura así, a la que se uniría en su beneficio la fragmentación de la derecha, facilitaría que los socialistas, por depender menos de otros, se situaran en una posición más cómoda para alcanzar el gobierno. Quizás me equivoque o, tal vez, en breve tenga que cambiar la opinión de lo hasta aquí he vertido porque en política dos meses es mucho y lo inesperado -bueno o malo-, lo ilógico o lo sorprendente siempre pueden producirse. Por tanto a esperar lo que tenga que venir y que no sea peor que lo que ya tenemos.

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