Horacio / Galea / Prado

En Cuaresma, nuevas sensaciones

Desde los rincones dormidos del tiempo, y entre arrullos de brisas que acarician las esquinas de nuestras calles, se nos precipita de nuevo, la esperada estación litúrgica de Cuaresma.

Este año, todo ha transcurrido en nuestro calendario con excesiva rapidez, con demasiada prontitud afirmaría yo.

San Sebastián con su clásica sonrisa en el mes de enero, prendido de sus flechas plateadas y con su banda color carmín, procesionó entre su pueblo con un sol impropio de esta fecha y al mismo tiempo, la climatología se mostraba con una temperatura ciertamente inusual. El mártir y patrón onubense, se ha despedido prácticamente del primer mes del año, con ese sabor característico y amargo del palmito, que la tradición una vez más y como valor no escrito, nos ha invitado a degustar nuevamente.

Más adelante, dentro de los inaugurales días de febrero, en su sexta jornada, se abrirán metafóricamente los presbiterios, como si fueran pórticos sensibles al arrepentimiento, que esparcidos y untados de ceniza para hacernos la señal de la cruz en la frente, nos harán recapacitar de nuestro carácter mortal y pecador, para que en definitiva, resurja en nosotros la humildad y la pobreza de corazón, y con ello, nos demos cuenta, de que ha llegado un tiempo con nuevas sensaciones espirituales, y así podamos estar más cerca de Dios.

Parece que fue ayer, cuando al olor de la flor de romero, en un humilde establo, se unió en un incomprensible misterio todo el misticismo del universo, donde Dios viene a los suyos entre los silencios que arropa la pobreza de la noche. Dios y el hombre, se unen lo humano y lo divino entregándose el corazón, hasta llegar a donde estamos precisamente ahora. Todo se hace cíclico, entre ecos de amor y esperanza para nosotros. Desde la creación del mundo, Dios busca desesperadamente al hombre, y ahora más que nunca, el hombre que busca en la fe a su Dios.

Hoy comenzamos una nueva Cuaresma.

Tendremos cuarenta días por delante hasta la llegada del Domingo de Ramos, que constituido como pórtico de nuestra Semana Santa, abrirá senderos pasionistas por calles y plazuelas, las cuales se verán aromatizadas de incienso y abrazadas de promesas con pies descalzos.

Desde la medianía de enero, surgirán por doquier las proclamas incesantes de las hermandades, citando a todos sus hermanos a los cultos de reglas, por otra parte, las tertulias cofrades invitaran a propios y extraños, al conocimiento del arte del bordado, a la instrucción del arte de los imagineros, a las charlas de costaleros y capataces, y finalmente, a un sin fin de temas relacionados con el gran acontecimiento de nuestra Semana Mayor.

En cuarenta días, trataremos de sintetizar la labor y las vivencias de toda una Semana, y si nos es posible aún, la labor de todo un año.

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