Crónica personal

Pilar / cernuda /

Contundencia real

NO pronunció ningún nombre, pero todo el mundo ha entendido que la energía con la que se expresó el rey Felipe respecto a la corrupción tenía a su hermana Cristina como destinataria. A su hermana Cristina y a unas docenas más de personajes cuya conducta deja mucho que desear, y a los que el Rey ha recordado que los servidores públicos tienen más obligación que nadie de ser ejemplares. El apartado de la corrupción ha sido el más destacado del primer discurso de don Felipe, un discurso que había levantado una enorme expectación por ser el primero y porque además lo iba a pronunciar apenas dos días más tarde de que el juez Castro siguiera encontrando motivos para sentar a la Infanta en el banquillo.

El Rey cumplió las expectativas, pero hay que reconocer que lo más relevante ha sido el tono, la contundencia con que se expresaba, la convicción que transmitía. Nada de lo que ha dicho ha sido novedoso; en los seis meses transcurridos desde su proclamación ya ha dejado constancia de su repugnancia por la corrupción, ha dejado constancia también de que va a defender con uñas y dientes una España unida, con la "suma de las diferencias", y ha expresado su preocupación por la situación económica que aún sufren multitud de familias y sobre todo por el paro, que alcanza unos índices "inaceptables". Un calificativo que ha debido doler especialmente a Fátima Báñez, aunque luego suavizó el panorama que describió al elogiar los esfuerzos del Gobierno por sentar las bases que permitirán que el futuro se presente con mejores perspectivas.

Don Felipe ha pronunciado un buen discurso, importante, que ha gustado porque había un deseo generalizado de que gustase, no porque haya abierto caminos hasta ahora desconocidos o haya presentado unas propuestas que supongan un profundo cambio institucional. Lleva seis meses en la Jefatura del Estado, en este tiempo ha conseguido con su buen hacer que se haya cerrado el debate entre monarquía y república que ha provocado tantas tensiones en los últimos años y, sobre todo, ha demostrado que tenían razón quienes decían que estaba preparado, perfectamente preparado, para ejercer sus responsabilidades. La Corona ha subido en el nivel de aceptación y la forma en que don Felipe ha expuesto en su discurso navideño los principios en los que basa su reinado no ha podido ser más clara, más entendible para todos, y más abierta.

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