Hace unos días veía en una TV local cómo le preguntaban a los ciudadanos si conocían a los candidatos a las elecciones. La mayoría, salvo una de las personas interrogadas que pronunció el nombre del alcalde, Pedro Rodríguez, candidato del PP, contestaba de manera indecisa, mostrando abiertamente su ignorancia y, en ocasiones, eludiendo la cuestión con eso tan socorrido en muchos españoles: "A mí no me interesa la política". Contemplando estas imágenes, claro exponente de la confusión, en las cuales aparecían algunos jóvenes, uno no puede menos de sentirse desolado, perplejo y decepcionado. ¿A quién votan estas personas? ¿Saben realmente lo que votan? ¿Son conscientes de la responsabilidad y trascendencia de su voto? ¿Votan realmente?

Una región tan llena de posibilidades, mal aprovechadas en manos de la incompetencia, y asaltada por sobresaltos en torno a comportamientos sospechosos, indebidos y delictivos, se dispone a decidir su futuro, que, lógicamente, uno pensaría que se desearía distinto, lo que determinaría consiguientemente un cambio cuanto más profundo mejor. La ciudadanía ha de apostar por una gestión eficaz, noble y emprendedora que supere actuaciones que no van más allá de la mera conquista del poder, la ventaja personal, la consecución de cargos bien remunerados, el dominio de los mecanismos de control en la utilización de los fondos públicos, el sectarismo, el amiguismo, el enchufismo, el clientelismo. En fin… conductas que nos han llevado a la situación actual.

Esta España de hoy, tan afectada por las calamidades económicas y las penosas gestiones políticas que nos han precedido, es la misma España de pan y circo de siempre, lo que en las actuales circunstancias nos llevaría a hablar de "hambre y fútbol". Ese fútbol del que somos campeones, del mundo, de Europa, de la Champions League y de todo lo habido y por haber. El de la Liga de las estrellas o "la mejor liga del mundo", como a diario se desgañitan en proclamar tantos y tantos corifeos de la crítica deportiva que, sin embargo, silencian o no denuncian debidamente el lado oscuro y putrefacto de este fútbol que, salvo muy raras excepciones, está minado por las deudas y el impago de cuotas y contribuciones que se nos exigen rígidamente a los demás ciudadanos bajo pena de fuertes sanciones sin ninguna demora y con la amenaza de embargo. Algunos cifran este agujero negro de las economías de los clubs de fútbol españoles en más de 4.000 millones de euros. Las cantidades son tan escandalosas, tan obscenas, que resulta inadmisible. Curiosamente, ante la interpelación al Gobierno salió a relucir que "la Administración también puso siempre trabas para detallar de forma individualizada la deuda de cada club". Otra inmoralidad evidente.

Esta doble moral, esta balanza desequilibrada donde pesar los derechos y obligaciones de unos y de otros, resulta intolerable. Sobre todo cuando orondos, arrogantes y ostentosos presidentes de muchos de estos clubs ruinosos y entrampados se pavonean en sus palcos, muchas veces junto a las más altas autoridades, deben… hasta de callarse.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios