En la ya extensa trayectoria de colaboración entre el Orfeón y la Escolanía de Huelva y el Otoño Cultural Iberoamericano estábamos acostumbrados a fórmulas novedosas en las que las voces del coro dejaban entre canción y canción una pausa para el recitado de un poema. Así sucedió con los conciertos gastronómicos programados para celebrar la Capitalidad Gastronómica de Huelva o con los conciertos cinematográficos. No obstante, cuando Vicente Ballester, director del Orfeón, nos propuso incluir en el OCIb 2018 un Concierto Terapéutico, no pude evitar una sonrisa que no disimulaba un punto de incredulidad. Él respondió con seriedad que no era la primera vez que lo hacían y que los pacientes de los hospitales de Huelva habían disfrutado de ellos y algunos incluso experimentaron sus efectos beneficiosos.

Lo cierto es que el salón de Caja Rural se llenó por entero, seguramente al reclamo de la magnífica coral, pero tal vez además con la esperanza de aliviar algún achaque. Los textos entre canciones, seleccionados por María Teresa Blanco, nos enseñaron cosas tan curiosas como la influencia de la música en la producción de dopamina que combate el estrés, las ventajas del aprendizaje musical en el desarrollo del cerebro infantil o sus efectos para combatir la depresión. Nos ilustraron sobre cómo los déficits perceptivos de grandes compositores, como la ceguera de Bach o la sordera de Beethoven, pudieron ser causa de un proceso cerebral compensador que quizá contribuyó a su genialidad como creadores. "Canto pa que no se junten / la pena con el dolor", surgieron de pronto los versos de una soleá.

Es bien conocida la trayectoria del Orfeón, un lugar en el que personas de todas las edades aportan sus voces individuales para crear un ente colectivo en el que cada elemento armoniza con los demás, sacrificando el lucimiento personal para potenciar, de forma que a mí me parece mágica, la maravilla de la palabra cantada en común. Aunque fue un programa extraordinario, no me resisto a citar a una canción que está grabada en el alma de muchos españoles, Andaluces de Jaén. La letra, el grito de Miguel Hernández la he oído cantar a los grandes: Jarcha, Paco Ibáñez, Carmen Linares,… pero confieso que nunca me había producido un escalofrío como el de la noche en que la voz de Paqui Fuentes era respondida por el recitado coral, estremecedor, del Orfeón y a Escolanía de Huelva.

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