Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia le ha puesto a su hija el collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, la mayor condecoración del reino de España. Pues vale. El Parlament está esperando que su candidato a presidente se teletransporte para ser investido y detenido. O viceversa. Y una pareja de tortolitos se nos van a Eurovisión con una canción de algodón de azúcar. Marca España.

Esa es la foto que nos ha dejado el día de ayer, con un punto de surrealismo muy nuestro. Porque todo eso, bien mirado, tiene poco que ver con la vida real. Monarquía, burguesía y espectáculo televisivo. Lo que antes venía siendo pan y circo. Mientras, por detrás, los juicios a toda esa chusma que durante años se ha ido llevando el dinero de las pensiones, de la sanidad, de la educación, de las infraestructuras, y que ahora pagan, con ese dinero, bufetes de abogados que los librarán de la cárcel y que evitarán que ese dinero vuelva a su sitio.

Mientras, por debajo, unas cifras de paro que no bajan, y que cuando bajan lo hacen a costa del deterioro de las condiciones de los trabajadores y trabajadoras: salarios pírricos, contratos basura, precariedad, movilidad… y la seguridad casi científica de que nuestros hijos no recuperarán en muchas décadas las condiciones laborales de antes de la crisis. Asumir eso, como sociedad, es bastante indigesto.

Mientras, por debajo, un panorama internacional convulso, complejo. Europa con fracturas que amenazan hacer saltar por los aires todo el proceso que costó tanto modelar, cuyas consecuencias son aún imprevisibles, pero que en cualquier caso serán muy costosas, económica y políticamente. Y con la amenaza de los nacionalismos de ultraderecha ganando terreno, un terreno abonado de precariedad, inmigración y populismo.

Y Trump diciendo bobadas cada vez más gruesas, y China imponiendo su mirada comercial al resto, y Rusia jugando por debajo de la mesa con cartas marcadas, y el mundo árabe desangrado por un terrorismo fundamentalista que lo mata y lo criminaliza al mismo tiempo, y las guerras, y el calentamiento global, y el machismo asesino haciendo eterna su lista de víctimas… y ese largo etcétera que a veces nos hace cambiar el canal cuando empiezan la noticias...

La realidad está detrás de lo que pretenden que miremos. Un Rey poniendo un collar a su reinita es sólo una pantalla de humo. Si queremos transformar la sociedad hay que aprender a mirar detrás.

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