Coger presa

¿Quienes han dado de comer a la ultraderecha tienen fuerza moral para afirmar que son ellos su contención?

A veces, me pregunto si la mejor estrategia que se debe tomar con respecto a funcionamiento de la política es la de adaptarnos a la reiterada presencia de conflictos y de tensiones, y a meternos en la cabeza de que no puede ser de otra forma, pues esa es su esencia natural. Al final, siempre llego a la misma conclusión: ni adaptación ni aceptación de que no haya alternativas más deseables. Me niego, como mucha gente, a tirar la toalla y a darme por derrotado en el logro de otro tipo de política, a pesar de que admita que, de momento, es más bien irrealizable y que tardará un poco. En las elecciones del próximo día 4 solo pueden votar los madrileños, pero sucede que nos están salpicando a todos los demás en varios aspectos. Los conflictos y las tensiones se adueñaron ya de la precampaña, pero es palpable que han ido in crescendo y que han alcanzado límites inaceptables. Se ha construido un escenario en el que hay quienes han cogido presa y no quieren soltarla, porque creen que les es rentable para movilizar a su electorado. Pablo Iglesias, por ejemplo, como le es habitual, está en esa línea y ha asumido el rol del héroe que nos va a librar del fascismo que identifica con Vox y que lo emparenta con el PP, aún a sabiendas -porque lo sabe- de que ese enfrentamiento directo, lejos de perjudicarlo, potencia a los de Abascal. Es algo similar a lo que ocurrió en Andalucía; las encuestas le daban a Vox solo uno o dos parlamentarios, pero el PSOE no paraba de mencionarlo y lo aupó. Todo lo hacía con el objetivo de perjudicar al PP; una maniobra que no es nueva. Un antecedente claro de la misma fueron las tretas del ex presidente socialista francés François Mitterand, que para debilitar a la derecha de su país favoreció a la extrema derecha, representada por un Frente Nacional, liderado por Jean-Marie Le Pen. El resultado fue que este último se fortaleció, de tal forma que ya en las legislativas de 2002 se convirtió en la tercera fuerza política y, en 2014, en las elecciones al Parlamento Europeo, en la primera. Y ahí sigue, bien situado. ¿Ven la similitud? Por eso, esa pretensión que nos venden PSOE y UP es similar a la de alguien que origina enfermedades para después presentarse con la terapéutica adecuada y llenarse los bolsillos; para el caso, conseguir votos. ¿Quienes han dado de comer a la ultraderecha, tienen fuerza moral para afirmar que son ellos su contención? ¿Los garantes de la democracia? Gabilondo sabe que no, pero ha asumido que es un mandao.

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