Minuto 91 y nunca es tarde si la dicha merece la pena. Hasta ese momento, una noche de sufrimiento cuando todo podía haber sido arreglado en aquella tarugada de Thiago ante Olsen cuando el partido tenía claro color español. Se desperdició aquella oportunidad, el meta sueco se vino arriba, De Gea no le fue a la zaga y el partido se metió en un berenjenal de idas y venidas en el que cualquiera pudo sacar provecho.

Afortunadamente, el gol de Rodrigo en el alargue convierte en euforia lo que fue un mar de confusiones. Un gol que mete a España en la Eurocopa aunque lo hace de forma menos brillante de como la llevaba antes de la gira escandinava. Un equipo que contaba los partidos por triunfos hasta que llegó aquel nefasto alargue de Oslo con el atropello de Kepa que generó el penalti para un empate que dejaba para Solna la clasificación para la próxima Eurocopa.

Y llegó en este barrio de Estocolmo, el mismo sitio donde hace 13 años se cuestionaba la continuidad de Luis Aragonés recién iniciado el conflicto que dejaba a Raúl fuera del equipo nacional. Y el gol del omnipresente Berg a los cinco minutos del segundo tiempo hacía que aquel recuerdo revolotease sobre la vertical de nuestro equipo temiendo que esa maldición de no haber ganado jamás en Suecia se repitiese. Y se repitió, pero con un empate salvífico cuando apenas quedaba.

Ahora sólo queda amarrar la primera plaza para ser cabeza de serie en la competición y un triunfo en Carranza frente a Malta no parece misión imposible. Visto lo cual hay que dar con la tecla que haga más fiable este equipo. Más fiable y rentabilizando mejor cuanto produce en la zona ancha. Anoche pudimos ganar por lo hecho al comienzo, perder por cómo se torció la cosa ante el fútbol directo de los suecos para que acabase bien cuando menos se esperaba.