La otra orilla

javier rodríguez

Ciudadanos de Gaia

Alo mejor decir esto el día de la resaca de desfiles fastuosos, homenajes a la bandera rojigualda, saludas al Jefe de Estado y su séquito, actos civiles, militares y religiosos y demás fastos en honor a la patria no es lo más apropiado, pero uno se encuentra con las experiencias, iniciativas y reflexiones cuando se las encuentra. Y yo, esta semana, me he topado con la Organización por la Ciudadanía Universal.

Me ha parecido una idea muy potente y que anula de raíz muchos problemas, así que no he podido resistir la tentación de traerla a esta tribuna y comentarla con ustedes como particular crónica de un Día de la Patria y unos tiempos en los que, en vez de diluir fronteras estúpidas, más de una anda empeñada en reforzar las existentes y levantar otras nuevas.

Lo siento por esas personas, a mí me parece una propuesta tan de sentido común esa de ir eliminando fronteras y caminar hacia la ciudadanía universal que dudo de que, tarde o temprano, no termine por caer por su propio peso e imponerse como algo natural. No se trata de aquel concepto del ciudadano del mundo, no se trata de que uno se sienta de un sitio o de otro, se trata del reconocimiento de la dignidad de las personas independientemente del lugar de nacimiento.

Expliquémoslo desde el principio: ustedes saben que es otorgar la ciudadanía lo que concede el reconocimiento de los derechos inalienables de las personas y que, en este momento, el hecho de que se hayan eliminado las fronteras entre los estados pertenecientes a la Unión Europea implica que cualquier ciudadano europeo tiene reconocidos todos sus derechos en cualquier estado de la Unión y que eso implica que no puede ser discriminado con respecto a los nacidos a ningún estado de la Unión, ni siquiera con respecto a los que hayan nacido en el estado en el que haya elegido fijar su residencia si este es distinto a aquel del que tenga la nacionalidad.

Para la Unión Europea, por tanto, tiene más valor a nivel de derechos la ciudadanía europea que la nacionalidad. ¿Por qué no extendemos ese concepto a todo el planeta? Si los problemas que afrontamos son globales, léase cambio climático, crisis económicas… Si se sabe que una decisión tomada en un rincón del mundo afecta a la otra parte del planeta. Si el dinero se mueve sin problemas entre las bolsas de Tokio, Nueva York, Sâo Paulo, Cabo Verde, Madrid… ¿por qué no pueden hacerlo los ciudadanos de Gaia?

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