Cinta y Rocío

Nos dice el cante popular: "Ellas son devociones que del mismo árbol han nacido"

Se da este fin de semana en nuestra tierra un hecho de singularidad mariana de tal dimensión que me van a permitir retrotraerme a un momento clave de mi vida cofrade. Fue hace veinte años, en el Pregón de Semana Santa, en el que finalizaba mi propia apoteosis cofradiera con las siguientes palabras que hoy vienen al caso: y es que en Huelva, no hay solución de continuidad. Que aquí lo extendemos todo más allá por la mariana exaltación rociera o por esa belleza Chiquita de lo alto del Conquero. Por eso en nuestra histórica y legendaria tierra, se nos estremece el alma y nos vibra el corazón al solo influjo de sus nombres. Nos vamos a buscarla, como dice Su Santidad, a Ella, "la Mujer dócil a la voz del Espíritu", para ofrecerle el homenaje de un pueblo orgulloso de sí mismo y el nombre de la ciudad. Que nuestra mejor oración es llegar a sus pies repitiendo el nombre de Huelva, Huelva, Huelva, … y no necesito nombrarlas porque están en el corazón y el pensamiento. Y con ese Huelva, Huelva, Huelva… nuestras mentes van desde las marismas a los cabezos del Conquero, con brisas de amanecidas venidas de los esteros, y sigo sin necesitar nombrarlas porque el onubense se emociona y el cofrade choquero se desborda. Que siendo dos, son una misma, en las alegrías y las tristezas… siempre están con nosotros. Y cuando penséis, y decís u oís, como ahora, esa invocación de Huelva, Huelva, Huelva … y las estamos nombrando sin citarlas y las sentimos aquí, sin verlas y, sin saberlo, les estamos expresando nuestra emoción y admiración. Les rezamos y piropeamos en su Inmaculada Concepción.

Y aunque no las nombro, las miramos y nos cruzamos la mirada con Ellas que como buena madre, nos sonríen. Y Huelva se universaliza en sus dos devociones marianas coronadas y que nos hacen a los onubenses tener sentimientos compartidos pero únicos. Y finalizada la pena, comienzan las alegrías y somos tan sabios en la Huelva cristiana que somos capaces de pasar del rezo por saetas al de las sevillanas.

Que en las verdes marismas o en el amarillo albero del Conquero nos dice el cante popular: "Ellas son devociones que del mismo árbol han nacido". Y ello, nos obliga:

"A tener el corazón repartío,/ sea en el ardiente septiembre/ o en el Pentecostés florido./ ¡De tanto quererte, Cinta!/ ¡De tanto amarte, Rocío!".

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