Visiones desde el Sur

Cinismo

En nuestros días, Diógenes ha sido superado por infinidad de artistas que andan por ahí riéndose de todos nosotros

La teoría del conocimiento fija los pedestales que la soportan en herramientas, en instrumentos que permiten saber en qué lugar está la verdad; esa cosa intangible y maleable, tan poco valorada en los tiempos que corren, verdad, además de estar sazonada con un subjetivismo del que no puede escaparse, por lo que siempre fue y será sujeto de controversia.

La palabra, el verbo, da igual que se nos presente en forma oral o escrita, ha perdido su valor iniciático de fundamentación de lo que son las cosas y los hechos, y ha sido sustituida por una algarabía, en la que el ruido y las imágenes, presentados en nuevos soportes de información (redes sociales y medios audiovisuales), no permiten seguir discurso alguno sino todo lo contrario, confundir al que pretende escuchar o saber qué cosa ocurre a su redor y cuál es la verdad dentro de tantas aranas como se nos cuentan, unas por desconocimiento de quienes las emiten, y otras, generadas a conciencia para que vivamos en un limbo que nos aturda las entendederas.

Pero, además, para desgracia nuestra, lo que hoy se valora es la retórica, esa capacidad de algunos para demostrar que una cosa y su contraria son ciertas. Ambas. Desgraciadamente la retórica, que en principio no ha de ser dañina, está siendo utilizada por los nuevos mercaderes de palabras, que los hay y por miles, para vendernos no solo artículos que para nada necesitamos, sino ítem más, para manejarnos como a muñequitos de feria, como a simples guiñoles.

De donde se deduce que en este mundo cínico y antitético como se dijo, el que dice una cosa y hace la contraria suele ser conceptuado por muchos como el más listo. Habrá quienes piensen, al leer este artículo, que he perdido la razón, pero no, no, quizá esté recuperándola, que no es poco.

Pongamos que un servidor público, que se debe al pueblo y al pueblo representa, aplica las leyes a los demás y él se las salta. Bueno, pues estamos ante un cínico, esos alumnos del meteco Antístenes y de la que Diógenes fue su mejor representante -entonces, claro, porque en nuestros días ha sido superado por infinidad de artistas que andan por ahí riéndose de todos nosotros, ya ejerzan de políticos, de religiosos, de empresarios, de catedráticos o de banqueros-.

Cuál es el problema, pues la falta de ética; ese fiel de la balanza de la justicia social que ha desaparecido de nuestras vidas: se la han cargado de un plumazo. Es más, si usted trata de aplicarla en su vida, mejor no lo diga.

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