Recuerdan ustedes aquello de Las bicicletas son para el verano?, pues siguiendo en la misma línea veraniega, lo que de verdad se agradece en las veladas nocturnas del estío es el cine. También las proyecciones cinematográficas al aire libre son para el verano.

La década de los años cuarenta del pasado siglo fue en la que proliferó la abundancia de salas de cine de verano, tanto en las ciudades como en los pueblos. En verdad es que era una de las diversiones mas sencillas y baratas para aquella época de penurias económicas.

Los que éramos jóvenes en aquellos años podemos afirmar que nos convertimos en especialistas de espectadores cinematográfico y de ahí nació para tantos la bella afición al séptimos arte.

Con solo tres salas oficiales. Gran Teatro, Rábida y Mora, los cines de verano crecieron de forma espectacular. Ellos fueron los paladines de los estrenos de invierno y de la multitud de películas olvidadas, que para muchos de nosotros fueron como textos gráficos que nos enseñaron la historia del cine.

Un local espacioso al cielo abierto, un proyector, una pantalla y sillas plegables constituían todos los elementos para las sesiones de cine junto con el ambigú, las gaseosas frescas, la música de disco en los descansos, mientras en la cabina se cambiaban los rollos de celuloide y con la mirada vigilante de la luna, cuando estaba llena, para robarnos la oscuridad de la proyección.

¡Qué tiempos, en los que muchos de nosotros comenzamos a amar al cine y a estudiarlo como fenómeno sociológico del siglo! Ya hoy existen pocos cines de verano. Casi ninguno. De ahí que la campaña en marcha, en estos tres meses de estío, que patrocina la Diputación Provincial para pueblos menores de tres mil habitantes de ofrecerles este recreo nocturno, agradable y de forma gratuita, la veamos con todo nuestro agrado y acierto.

Los medios técnicos hoy para hacer realidad el montaje y desarrollo de estas salas veraniegas son fáciles, modernos y hasta podíamos decir que baratos. Hacerlos llegar a los pueblos es un acierto.

Lástima que en las playas no siguiera esta actividad. Sería un reclamo municipal de ocio para el turismo y alegrar las noches con tantos recuerdos de ayer, de hoy y que serán para siempre.

Muchas familias programan diariamente sus películas en sus hogares, en la terraza o en los patios. Buen camino.

El cine hay que disfrutarlo y como las bicicletas, también es para el verano.

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