Alberto Garzón ha vuelto a meterse "en un charco". Sea un barrizal o una laguna, el caso es que el actual Ministro de Consumo, no sale de una cuando se mete en otra. Recordando todavía sus manifestaciones acerca del consumo de carne roja, ahora nos avisa de los perjuicios para la salud de la ingesta de dulces, golosinas y productos energéticos, en general, y está dispuesto a emprender una cruzada contra ellas. Puede que Garzón entienda que "el charco" está bajo su responsabilidad y ha decidido "mojarse" considerando la importancia que tiene el cuidar y proteger la alimentación infantil, pero es que, además, forma parte de su responsabilidad como Ministro. Sea por una u otra razón, ya van apareciendo los chistecitos sin gracia, y la oposición ya se masajea las manos (¡Qué oportunidad para desprestigiar y ridiculizar al Ministro!)

Garzón no puede obligarnos a que tiremos a la basura las patatas chips con la que acompañamos al vermut ni esa chocolatina que guardamos ansiosos para la sobremesa, (alguna ventaja que tiene ser mayor), así que las medidas a tomar se dirigen solo a los menores, prohibiendo la publicidad de esos productos nocivos para la salud, según la OMS, para irritación y rabia de la patronal de la industria alimentaria. Lo cierto es que el consumo de alimentos procesados, con exceso de grasa y déficit de proteínas, sigue siendo habitual a pesar de conocer la probada relación entre clase social y obesidad. ¿O no se preguntan por qué entre las clases favorecidas no hay kilos de más?

El Estudio Aladino ya puso de manifiesto en 2019, que el sobrepeso afecta a uno de cada cuatro hijos de familias sin ingresos o inferiores a los 18.000 euros, alimentándose estos mayormente con productos de bollería, bebidas energéticas o comidas de las fast food. No puede ser casualidad que, precisamente las familias con rentas superiores a los 30.000 euros, cuiden más su alimentación, ni que Andalucía, con un 26.7% de obesos, se encuentre a la cabeza de España en cuanto a obesidad se refiere. Si el Ministro reconoce a la obesidad infantil como enfermedad y sabe que las calorías consumidas reciben la bendición familiar ¿Cómo es que no fomenta una estrategia que sea capaz de relacionar la alimentación con la educación? ¿Olvida que "somos lo que comemos"?

Prepárese, Señor Ministro, porque los enemigos de cualquier manifestación razonada y legal de libertad (eutanasia, aborto…), ahora resulta que son defensores de la libertad si de comer "chuches" se trata.

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