Su abuelo Eduardo Zafra fue uno de mis mejores amigos. Sus alumnos le consideraban un genio de las Matemáticas. Muchas veces, cuando yo llegaba a su casa, ya tenía preparado el tablero de ajedrez para una partida, que jugábamos mientras fumaba un cigarrillo y bebía una cerveza. Hombre sedentario, seguía con pasión la trayectoria brillante de sus hijos en diversos deportes: natación, baloncesto, balonmano. Joaquín llegó a jugar en el Atlético de Madrid y la selección nacional de balonmano. Lector impenitente, las ideas políticas de Eduardo eran ácratas y se basaban en el conocimiento a fondo de los clásicos del anarquismo. Cuando murió, su viuda Mary sacó adelante con mil sacrificios, imaginación inagotable y talante a prueba de infortunios, a sus seis hijos adolescentes y continuó, con su familia, formando parte de la nuestra elegida. Habían transmitido a sus descendientes el hábito de la lectura y algunos de ellos lo complementan escribiendo, con buen estilo y sentimiento.

Chabel pertenece a la tercera generación. Es una joven de nuestro tiempo, que no sintoniza con muchas de las ideas recibidas y busca su propio camino en la vida. Como tantas personas en nuestro país, y en el mundo, ha revisado desde los cimientos las creencias que nos inculcan en la niñez. A modo de ejemplo, en el campo de la religión no está conforme o no ha visto clara la idea que nos presentan de Dios del que, sin embargo, no ha querido prescindir, por lo que ha forjado un dios a su medida. En una pirueta, posible desde el amor y la emoción, ha creado al Creador, a su Creador. Y le ha compuesto una oración, que dedica a su abuela Mary y que transcribo hasta donde el espacio lo permita.

Tengo fe. Y la tengo, porque conozco a Dios. Se me ha mostrado cara a cara y he comprobado que es madre, hija y espíritu santo. La he visto multiplicar los panes, los peces y los potajes de habichuela y calabaza. La he visto sanar heridas. La he visto ser el consuelo del descarriado. La he visto resucitar muertos: "Te he hecho pucherito. Levántate y anda". He visto cómo los niños se acercaban a ella: "Abuela ¿tú me quieres? ¿Me haces cosquillitas?". La he visto crear el cielo y la tierra, el cielo mío, la tierra mía, los nuestros que, aunque no lo parezca, están en un segundo piso con paredes de gotelé. La he visto calzar al descalzo: "No me andes así por la casa, que te resfrías". Y así sigue Chabel…

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