Ceguera moral

La complejidad del conflicto y la duración del mismo hacen que prefiramos ignorarlo

La sinrazón siempre puede ir a más. El presidente de Estados Unidos lo está demostrando, y ha conseguido hacer de este mundo un lugar menos seguro, un polvorín sobre el que juega con fuego, con la inconsciencia propia de un niño gamberro, impropia de un gobernante. No importa lo que yo pueda escribir en esta columna sobre la sinrazón en Palestina, ni el resto de personas decentes que han tachado de barbaridad los ataques del ejército israelí, ni siquiera la repulsa que ha mostrado gran parte de la comunidad internacional. Israel se sabe refrendado, vitoreado en el patio del colegio por el resto de matones, y tiene, no lo olvidemos, un aparato militar sofisticado y mortífero.

Como de nada va a servir relatar la barbarie, por evidente, vamos a pensar un poco en las opciones que nos quedan: ¿qué se supone que tenemos que hacer los ciudadanos de a pie que observamos cómo un Estado machaca sistemáticamente a otro durante décadas? Podemos escribir un artículo como éste, claro, algo bastante estéril, sin duda. Podemos acudir a alguna de las manifestaciones que se convocarán a lo largo y ancho del planeta. Podemos interpelar a nuestros gobernantes y partidos políticos para que ejerzan presión política. ¿Alguna otra cosa? No creo que alcancemos a mucho más. Y visto así no parece mucho. Pero es algo.

Está la otra opción, claro: no hacer nada. No mirar la televisión mientras caen los misiles sobre la población civil, no leer la prensa, evitar la conversación cuando surja, no firmar nada, no acudir a parte alguna, hacer como si Palestina y todos esos cadáveres no fueran más que una gripe que hay que pasar, un daño colateral necesario, la bravuconada salvaje del matón de turno al que hay que reír las gracias. Esta opción es sin duda la más extendida: la complejidad del conflicto y la duración del mismo hacen que prefiramos ignorarlo, vivir como si no existiera, borrarlo de nuestro ámbito de preocupaciones. Es una especie de ceguera moral, que está sociedad ha aceptado como un mal menor.

"Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven", escribía Saramago en su Ensayo sobre la ceguera, una aproximación bastante más certera a lo que trato de decir que todas estas ideas confusas de los renglones anteriores. En cualquier caso: la opción de no hacer nada nos termina matando, sea porque los matones de turno nunca tienen suficientes víctimas, sea porque la podredumbre moral de ver morir a los demás sin hacer nada se haga más grande que nosotros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios