Catástrofes desde el sofá

No habrá nada que hacer si todos los países no frenan a la vez

Veo catástrofes del sofá, cada vez proliferan más las desgracias climáticas. Las últimas imágenes espeluznantes han sido en Alemania: inundaciones mortíferas donde aparentemente nunca pasaban estas cosas. Y antes de Alemania me tragué una ración triple de temperaturas insoportables en Canadá, ¿quién iba a decirnos que veríamos cerca de 50 grados donde siempre vimos nieve? Las catástrofes se me cuelan de vez en cuando por el televisor, entre partido y partido, a veces antes de la cena, y detrás siempre algún político con cara de resignación prometiendo ayudas, reconstrucción y hablando al final de cambio climático. Quizás me estoy acostumbrando, a las catástrofes desde el sofá.

Hago el esfuerzo de volver a mirar más allá del titular y busco la letra pequeña. En ella se dice que no hemos conseguido frenar el cambio climático, más bien al contrario, y que no podemos esperar a 2050 para alcanzar ese primer objetivo de neutralidad climática. Hay que ir más rápido, a la velocidad de las respuestas a lo que empezó siendo el "coronavirus de Wuhan"; en año y medio ha revolucionado nuestras vidas, nuestra ciencia e incluso las formas de respuesta política. La crisis de la Covid es el marco donde mirarnos, a pesar de los errores y las constantes recidivas. Hemos frenado en seco, se han tomado medidas y hemos cambiado algo nuestros hábitos. Eso es actuar ante una emergencia, ante una crisis universal que puede acabar con la humanidad. Y eso sería actuar contra el cambio climático.

La revolución exigirá primero una respuesta política internacional. No habrá nada que hacer si todos los países no frenan a la vez, como hicimos en la primavera pasada cerrando fronteras y restringiendo el tráfico aéreo, pero por otro lado es inevitable no esperar al vecino para empezar. Además esa respuesta política no puede estar fundamentada en mantener los niveles de consumo y de crecimiento, eso es una falacia, sino en decrecer a toda costa. En parar en seco. Y la revolución también exige una respuesta individual; si seguimos apoltronados en el sofá viendo desgracias, sin cambiar nada de nuestra forma de consumir como primer aporte a la sostenibilidad, solo podemos esperar que nos llegue el turno, que pasemos de ser espectadores a damnificados. Es inevitable, y no habrá vacuna salvífica.

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