Mi amigo Luis sostiene la teoría de que la política española suele regirse por movimientos pendulares. El 15-M, 15 de mayo de 2011, marcó una posición de oscilación máxima hacia la izquierda que buscaba -y consiguió en buena medida- terminar con la hegemonía del bipartidismo partiendo de métodos antisistema. Desde hace unos años y hasta el momento actual, estamos viendo cómo una ola de populismo se extiende por España, y también por Europa, impulsando el péndulo hacia la derecha. El auge de Vox, clave en las elecciones andaluzas, forma parte de esa ola y marca un impulso del péndulo hacia la derecha. Las próximas elecciones -europeas, autonómicas, municipales y ¿nacionales?- certificarán hasta qué punto el péndulo ha alcanzado el final de su periodo o, por el contrario, continúa ampliándolo. En cualquier caso es de esperar que en algún momento volverá a desplazarse hacia el centro… para continuar su marcha hacia la izquierda.

Mientras el péndulo va y viene sobre el mapa patrio, se mantiene en el rincón nordeste de la península un conflicto cuyas etapas se producen de forma autónoma. Hace ya demasiado tiempo que los medios nos mantienen atentos a la noticia que cada día va produciendo lo que parece un culebrón interminable. Se trata de hechos que, más allá de su generación natural, son elaborados por hábiles consultores, contratados para una finalidad en la que el bien común es suplantado por el de determinados grupos poderosos. Sus manipulaciones nos llevan a observar solo los detalles, haciéndonos perder la visión de conjunto. En suma, los árboles no nos dejan ver el bosque.

El 'bosque' es que se ha producido una desafección importante entre los españoles y la mitad de la población catalana. Como sucede con la seca del encinar o la procesionaria del pino, una vez arraigada, es plaga muy difícil de erradicar y solo hay posibilidades de conseguirlo atacando el mal de raíz. La raíz aquí está en decenios de adoctrinamiento nacionalista por el que se ha presentado a España como la nación colonizadora que ha explotado a la industriosa población autóctona. Los partidos nacionales, unos y otros, han consentido esta situación por el puñado de votos que permitirían gobernar en España al PSOE o al PP, según tocara, a cambio de dejar las manos libres a los gobiernos catalanes, que perceptiblemente derivaban del nacionalismo moderado al separatismo anticonstitucional.

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