Carne de gallina

Sin pena no hay peana; pero, luego, para nosotros, aspiramos a unas peanas indoloras

Los vídeos que celebran por todo lo alto la trayectoria de Rafa Nadal se recrean, especialmente, en sus momentos de sufrimiento. Véanlos. O, para no exagerar, mitad y mitad: hay fotogramas de dolor, de abatimiento en la tierra batida, de lesiones, de sudor y rabia; y otras imágenes de mordiscos a copas titilantes, de aplausos, de detalles con niños y niñas sonrientes, etc. Pero lo chocante, claro, es el protagonismo del sufrimiento.

Que lo tiene. No vengo a criticar los vídeos, sino a aplaudirlos. Hacen mucho bien en una sociedad alérgica al sufrimiento. No lo queremos ver ni en pintura en nuestras vidas profesionales y sentimentales ni en nuestros estudios ni en nuestras amistades. Pero inconscientemente todos reconocemos en Nadal su defensa del agonismo. Contrasta, por cierto, con Federer, que parece que todo lo hace fácil, porque quizá los calvinistas de su país lo que más necesiten sea una publicidad de la elegancia y de il dolce far niente. Borges subrayaba el hecho de que los países escogen como escritores nacionales a los más contrarios a su espíritu. El jovial y criptocatólico Shakespeare para Inglaterra; el severo Dante para Italia; el clásico Goethe para la romántica Alemania; Montaigne, tan apartado en su torre provinciana, para los mundanos franceses, etc. Los españoles, según Borges, estaríamos más fielmente representados por Quevedo que por Cervantes, que no nos pega.

Esto se lo discutiría yo, pero estamos hablando de sufrimiento. También aparece en las películas y series que más nos gustan. No hay héroe que no las pase canutas. Sin pena no hay peana. Y, sin embargo, luego, para nosotros, queremos peanas indoloras y aspiramos a vidas anestesiadas.

Se entiende. Lejos de mí, tan sensitivo, hacer una apología del sufrimiento por el sufrimiento, uf, qué tontería. Pero también hemos de entender, con Nadal, que sólo el sufrimiento (el mínimo imprescindible, que no será -por desgracia- poco) nos lleva a la victoria. En la pantalla puede ser fotogénico y en nuestra casa es alergénico, pero en ambos casos es higiénico.

En el próximo vídeo que veamos de la trayectoria de Rafa Nada, y felizmente veremos muchos, fíjense en que ustedes automáticamente se emocionan más con las escenas de esfuerzo y superación. No dejen pasar sin más esa carne de gallina que se les pone. Es un aviso muy pertinente de nuestra conciencia y de su instinto moral, que no se rinde nunca.

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